Rondando por el pasado

Rondando por el pasado

En la madrugada del día 10 de marzo del 1952, el general Fulgencio Batista, entonces senador de la República, dirigió el movimiento militar que derrocó al Presidente de la República, doctor Carlos Prío Socarrás. Faltaban solo tres meses para la celebración de las elecciones generales programadas para el indicado año.

El general Batista fue el sargento que el año 1933 lideró la insurgencia que se apoderó del poder, luego del derrocamiento del dictador general Gerardo Machado. El general Batista, luego de varias interinidades, desempeñó la Presidencia de la República, elegido para el período 1940-44.

El año 1952, el general Batista era el Presidente de un pequeño partido político, denominado Acción Unitaria, que en una encuesta celebrada el año anterior figuraba en el tercer lugar.

Como ha sido lo habitual en las asonadas golpistas latinoamericanas, tras el control de la situación en el orden militar, se acusó al régimen derrocado, de haber ejercido la corrupción como nunca antes en el país, de haber creado el desorden y la burla del Estado, y de haber auspiciado «los siniestros planes desestabilizadores y la eventual prolongación del régimen antes de las elecciones.

Fueron suspendidas las garantías constitucionales, y se prometió la celebración de elecciones generales dentro del más breve plazo. El nuevo gobierno obtuvo de inmediato la adhesión de la combativa Confederación de Trabajadores Cubanos, con que condujo al fracaso la huelga general que había sido convocada.

El derrocamiento del Presidente Prío, ya en el tramo final del período de gobierno para el que fue elegido, fue acogido por el pueblo con notable indiferencia, e inclusive, el Partido Comunista Cubano, que había sido un aliado del general Batista en las elecciones del 1940, declaró que el nuevo gobierno no sería peor que el anterior». Un editorial de la revista Bohemia, resumió la caída del ya dividido Partido Revolucionario Cubano, con el señalamiento de que «había caído como una fruta podrida, víctima de sus ambiciones y de su desprecio por la opinión pública».

Las apelaciones formuladas por las asociaciones de estudiantes y los pequeños grupos de trabajadores independientes, a la OEA y a las Naciones Unidas, cayeron en vano, y la Cámara de Comercio Cubano-norteamericana, publicó un comunicado, mediante el cual, se dio constancia de que «el capital norteamericano respondía favorablemente al reconocimiento del general Batista, por parte de los Estados Unidos de América. Y en cierto modo, la tensión política se congeló, debido a que los legisladores y los funcionarios municipales, aunque suspendidos, quedaron recibiendo sus sueldos. El general Batista fue confirmado como Presidente, por un Consejo Consultivo Constitucional, integrado por ochenta personas, bajo la presidencia del doctor Carlos Sahadrigas, uno de los más prestigiosos intelectuales del país, que había participado en el gobierno del 1940, en calidad de Primer Ministro.

En reciprocidad por el reconocimiento de los Estados Unidos, el general Batista ofertó el envío de soldados cubanos para la guerra de Corea. Y como es frecuente, la Iglesia Católica se mostró ambigua, aunque el Cardenal Arteaga apoyó la nueva situación, alegando que «garantizaba el retorno de la paz».

La interinidad del Presidente Batista estuvo sometida a fuertes presiones de los estudiantes de la Universidad de La Habana, quienes a partir del 1953, mantuvieron una permanente actitud de rebeldía, protagonizando protestas públicas, violentamente reprimidas por la Policía. En ese período emergió el liderazgo del doctor Fidel Castro, en el ámbito de la Universidad.

El general Batista decidió legitimar su gobierno, luego del frustrado ataque al Cuartel Moncada de Santiago de Cuba, el año 1953. Y Castro, jefe de la fracasada insurgencia, fue condenado a diez años de prisión en la Isla de Pinos, en donde escribió su famosa defensa titulada «La Historia me Absolverá».

El día 1 de febrero del 1954, se celebraron las elecciones generales, sin la participación de los partidos de la oposición, y con menos de la mitad del electorado. Pero en ellas tuvo el general Batista una significativa mayoría legislativa, y ese año fue obviamente apoyado por los Estados Unidos de América, mediante la visita a la isla, del vicepresidente Richard Nixon. Batista, creyéndose con la total posesión del poder, amnistió a varios opositores, entre ellos al doctor Castro, quien de inmediato viajó hacia México.

Tras la amnistía, se constituyó una llamada Sociedad de Amigos de la República, bajo la presidencia del venerable patriota de la Independencia don Cosme de la Torriente. Tenía la misión de establecer una reconciliación entre el gobierno y la oposición. Cuba vivió entonces una bonanza económica que favorecía al general Batista en su decisión de no celebrar nuevas elecciones, contando con el apoyo de los hombres de negocios norteamericanos. Esas elecciones, según el General Batista, se celebrarían el año 1958.

Pero el 2 de diciembre llegó a la isla, procedente de México, la expedición del yate Gramma, con 82 expedicionarios a bordo. El general Batista la negó con la certeza de que Castro estaba en México, según sus informantes oficiales. Pero éste había desembarcado, venciendo numerosas dificultades, en una playa llamada «Los Colorasos, al sur de la isla, internándose rápidamente hacia las estribaciones de la Sierra Maestra, un espacio de difícil acceso para ser habitado. Allí permaneció dos años, durante los cuales, el movimiento 26 de julio se extendió hacia los principales centros urbanos.

Lo demás, es ya un aleccionador capítulo de la historia contemporánea, particularmente la de Cuba. Fue el final de una etapa falsamente democrática, iniciada el año 1933 con el derrocamiento del general Machado. El día 1o. de enero del 1960 el general Batista se escapó, viajando hacia nuestro país, y el 8 de enero, Fidel Castro llegó a La Habana, viajando desde Santa Clara, al extremo de la isla. Cuba quedó liberada, no solo de la corrupción, del pandillerismo político y del colonialismo económico, sino además, de la etapa de las llamadas «palas electorales, o sean los fraudes de nuestro país. Es desde hace cuarenta y cuatro años, «el territorio libre de América».

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