Permanecer durante catorce años siendo el principal contratista de la Organización Odebrecht en la República Dominicana, es una muestra indiscutible de lealtad personal y empresarial, máxime si esa probidad ha permanecido inalterable durante todo el aciago trayecto que atraviesa la empresa de origen brasileño, afectada por el proceso anticorrupción que se libra en Brasil.
Ángel Rondón encarna esa lealtad a toda prueba. Pudo desvincularse del grupo brasileño cuando en Brasil comenzaron a rodar cabezas, a mencionarse nombres e involucrar a gobiernos extranjeros sospechados de beneficiarse del esquema corrupto denominado “lava jato”, pero permaneció firme. A pesar del severo escrutinio público, la administración del Presidente Danilo Medina, y el propio Rondón, han salido airosos e incólumes de la fetidez emanada tras la investigación abierta por la Justicia brasileña que involucró a relevantes figuras políticas, empresariales y de medios de comunicación.
Hace poco, Rondón ha tenido que salir a responder declaraciones aviesas difundidas por sectores interesados en dañar el buen nombre ganado en el ámbito empresarial. Aseguró que nada malo tiene ser contratista de Odebrecht, un oficio que ejerce desde que la empresa brasileña, fundada en 1944, llegó a la República Dominicana en el año 2002, en el gobierno de Hipólito Mejía.
En dicho lapso, Odebrecht construyó los acueductos de la Línea Noroeste, Samaná y de la provincia Hermanas Mirabal; las carreteras Casabito-Constanza, El Río-Jarabacoa, y Piedra Blanca-Cruce de Ocoa; el Corredor Vial del Este; las Hidroeléctricas de Pinalito y Palomino, así como los componentes de la solución vial Ecovías de Santiago, los corredores Duarte I y II, y la Central Termoeléctrica Punta Catalina.
Más de 100 empresas dominicanas han sido subcontratadas mediante concursos públicos de Odebrecht. Naturalmente, contratos de tal magnitud concitan la envidia en una nación lastrada por la mediocridad generalizada.