Federico Henríquez Gratereaux
Es imposible tapar el sol con un dedo, como reza el adagio popular. Además, interponer un dedo entre el ojo y el sol puede tener graves consecuencias. El pobre Galileo quiso observar las manchas del sol con puro espíritu científico; y para no tener siempre la mano en visera confeccionó un vidrio ahumado para filtrar la luz. Creyó entonces que con ese cristal obscuro podría mirar el sol de frente. Galileo, como se sabe, murió ciego.
El inventor del telescopio, el hombre que le propuso a los venecianos el maravilloso instrumento para ver desde lejos, no pudo, finalmente, ni ver de cerca, ni ver de lejos. Los políticos dominicanos pretenden tapar el sol con un dedo. Ni siquiera tienen la previsión de Galileo de hacernos mirar las cosas a través de un vidrio ahumado. La inmigración haitiana hacia la RD es un fenómeno que está a la vista. Las causas de la inmigración son económicas, demográficas, sociales. Pero las consecuencias de la inmigración son primariamente políticas; políticas de manera directa e incuestionable. Existen, desde luego, secuelas jurídicas, constitucionales, laborales.
Los grandes países industrializados no desean recibir inmigrantes pobres, sin educación y con poca o ninguna salud. Prefieren la llegada de emigrantes con títulos universitarios, con recursos económicos para invertir, con hábitos de vida urbanos y sin enfermedades infecciosas. Para esos países es mucho mejor que los emigrantes pobres de las Antillas se queden en las Antillas. De este modo aumentaría la oferta de mano de obra barata para las empresas de zonas francas. Ese es el proletariado externo de los países del Primer Mundo, una expresión empleada ya por el historiador ingles Arnold Toynbee para referirse al imperio romano y a las rebeliones de Judea en tiempos de Cristo. El economista norteamericano Robert Reich, secretario de Estado de Trabajo en el primer gobierno del Presidente Clinton, escribió un libro titulado: El trabajo de las naciones, en el cual estudia la contratación desterritorizada de mano de obra – en todo el mundo – por las grandes corporaciones transnacionales. El titulo del libro es una parodia de La riqueza de las naciones, la obra clásica de Adam Smith, el agudo escocés fundador de la ciencia económica. Como es obvio, la riqueza de las naciones (ricas) depende en mucho del trabajo de las naciones (pobres).
Todo esto quiere decir que existen poderosas razones para que poderosas naciones apoyen poderosas instituciones internacionales que, a su vez, apoyen la inmigración haitiana hacia la Republica Dominicana. La deforestación, la explosión demográfica, la pobreza, el desempleo, el desorden político, son resortes naturales que determinan la decisión de emigrar de cientos de miles de haitianos. Una vez han emigrado, encuentran el apoyo internacional para que se asienten en lugares mas estables políticamente y mejor organizados desde el punto de vista laboral. Regular la inmigración es siempre una tarea difícil en todas partes, pues el emigrante está dispuesto a luchar por la supervivencia con denuedo. La voluntad de vivir aspira a burlar todos los controles. El emigrante dominicano paga, para viajar en una yola, un pasaje tan caro como el que cobra un transatlántico para un crucero por las Antillas menores. Y es aun más difícil contenerla cuando tiene el apoyo de países ricos que rechazan a los emigrantes hispanoamericanos en su propio territorio.
España es un país con una bajísima tasa de natalidad. La tasa de crecimiento de la población es la resultante de las tasas de mortalidad y de natalidad. Cuando una población no crece es menester importar mano de obra extranjera para mantener el ritmo de la producción de bienes y servicios; y para que continúen las contribuciones de jóvenes trabajadores que alimentan los planes de pensión de los ancianos en retiro. Sin nuevos trabajadores no será posible conservar en pie el tinglado económico de buena parte de Europa. Pero hay numerosas quejas: sobre la degradación de la calidad laboral, el fomento de minorías étnicas revoltosas, la creación de grupos sociales culturalmente inasimilables. El resultado final es la xenofobia, el conflicto social, el llamado choque cultural. Estos temas son hoy parte importante de la discusión política en la Unión Europea.
Nuestros políticos han cedulado miles de inmigrantes ilegales haitianos en todos los torneos electorales de los últimos tiempos; han permitido que los cónsules dominicanos en Haití expidan miles de visas de paseo. En el caso del diputado Radhames Ramos García las visas no eran solo para los ciudadanos vecinos, los de Haití; su acción incluía también coreanos y chinos. Nuestro registro civil atraviesa en este momento una severa crisis. Las oficialias civiles – institucionalmente dependientes de la JCE – se han convertido en negocios conectados con la inmigración ilegal de nacionales de Haití. Los militares dominicanos tienen en la actualidad poca participación en la contratación de trabajadores estacionales. Ahora son los propios empresarios agrícolas quienes dependen de la mano de obra extranjera. Lo que está a la vista no necesita espejuelos, proclama un viejísimo refrán. Mirar el sol tapándolo con uno o dos dedos, o con un vidrio negruzco, podría acarrear que se nos quemen los ojos. Lo razonable es sacar al sol los asuntos públicos, exponerlos, explicarlos en su espeluznante integridad. Es el único método que nos llevará a afrontarlos como es debido: sin gafas, sin prejuicios y sin ingenuidades.