Rosa y Julia, la novela de Macho Cedeño

Rosa y Julia, la novela de Macho Cedeño

Macho Cedeño, viejo camaleón de una saga familiar que ha batallado en los avatares de la patria herida a lo largo y ancho del siglo pasado, puso en circulación el pasado 26 de noviembre la memoria altagraciana que cuentan dos mujeres, Rosa y Julia, desde la perspectiva perversa de la violación sexual de Rosa, hija de Julia, doméstica, que dio lugar al conato de luchas de clases sociales, en las primeras décadas del siglo pasado.

Rosa y Julia es una novela genealógica de la Villa de Salvaleón de Higüey. Historia fundacional donde los tiempos y los contratiempos sociales, los grandes acontecimientos que políticamente sacudieron a Higüey y sus vecindades, a lo largo del Siglo XX, son abordados por el autor, la mayoría de las veces tamizados y salpicados por sus vivencias, y otros conocidos a viva voz, de protagonistas que con sus acciones hicieron historias pueblerinas, a veces heroicas y otras traicioneras.

La cotidianidad rural es retratada en su dolor primigenio y en la ingenuidad de lo que pudo haber sido y se quedó en “La lluvia pertinaz, que se introducía por los hoyos formados por el entretejido de la cana del techo de la casucha, dejando filtrar goteras que Julia trataba de palear para que el agua no cayera en el piso de tierra, donde hacía una caverna sobre el barro, dejando ver el color rojo de la arcilla, por eso usaba higüeras, morros, jarros, la escupidera y hasta la poncherita donde hacia sus necesidades fisiológicas nocturnas.” Macho taladra el alma del lector describiendo la pobreza de una sociedad hatera, donde la riqueza, concentrada en pocas manos, produce estas carencias humanas, brechas que la sociedad de hoy, con el crecimiento económico y tecnológico, no logran acallar la pobreza provincial de un rico turismo patentado en paradisíacos centros como Bávaro, Punta Cana, Cortecito, Verón y otros.

Es una historia coral donde se recuentan las castas sociales, los apellidos sonoros, los hombres y las mujeres, que con el trabajo creativo, habilidades y artimañas, fueron construyendo una sociedad, bajo el influjo de una tiranía que se apropió de las grandes acciones creativas de riqueza y de la nimiedades e intimidades sociales e individuales no solo de Higüey sino del país, en una memoria novelada que va en un in crescendo narrativo que incorpora historias de cómo una corporación azucarera asociada al gobierno crea las condiciones para su expansión, a través de la apropiación de la tierra y los labriegos y la compra de mano de obra haitiana en condiciones de esclavitud. Aún resuenan los tambores de aquellos asentamientos que parieron nuevas generaciones, incorporadas como fuerzas laborales y que fueron asimiladas a la cultura y hábitos del pueblo donde nacieron y donde hoy se les niegan los derechos adquiridos de una nacionalidad que les pertenece como a los que más.

En Rosa y Julia vemos cómo una sociedad, cimentada en el haterismo, en la religiosidad, es reconstruida por el narrador en la vivencialidad de la familia, en los hábitos y rictus sociales, en la perversidad de los hombres y mujeres serviles a la tiranía, para ganar influencia política y económica y ver cómo una Iglesia Católica se erige –a la sombra del poder malévolo y diabólico–, en un poder fáctico, capaz de dominar las conciencias de los feligreses con el poder de las armas que predican el miedo.

Macho Cedeño, maestro, abogado, político y de acendrada vocación de historiador, es capaz de concatenar un siglo de hechos, anécdotas, historias personales, dramas humanos, pequeñas infamias familiares y políticas del Higüey de ayer que repercuten en la sociología y conducta sicológica que articula política, económica y socialmente el presente altagraciano, que se niega a dejar de ser hatero y oligárquico.

Sin embargo, hay que destacar que el narrador retrata con un lirismo poético, aun la pobreza, la naturaleza humana en conjunción con la naturaleza biológica y física; y la riqueza espiritual y la belleza natural de esta región privilegiada del país, porque Macho Cedeño, con una sensibilidad nostálgica, recuerda que años atrás “en el invierno y durante las pascuas, siempre llueve, por eso la gente le dice al que ríe cuando está alegre: “Hoy amaneciste como una mañanita de pascuas”. ¡Feliz navidad!

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