Rosario Dominicana al cierre: la cruda realidad

Rosario Dominicana al cierre: la cruda realidad

No será la última vez que se escribe sobre la minería, porque siempre tendremos que oponer a los dólares que genera (y que pocos ven o reciben), los impactos que muchos sufren. Recordemos: Rosario Resources Corp. (Rosario Mining Company) se instala en Pueblo Viejo, en 1967, cuando el señor David Moore negocia con el gobierno del Dr. Balaguer la explotación de una mina de oro. Rosario Mining inicia la explotación del oro en 1972, produciendo 5 millones de onzas de oro y más de 20 millones de onzas de plata al año (la mina llegó a producir un promedio de 400 y 600 onzas diarias de oro que se encontraban en forma de óxido en una mina a cielo abierto), hasta que Antonio Guzmán la nacionalizó en 1979 comprando el 54 % de las acciones, para pasar a operarla hasta 1999, fecha de su cierre. Al cierre efectivo de Rosario Dominicana en 1993 se dejó enormes pasivos ambientales sin remediar, a pesar de la construcción de las plantas de tratamiento Margajita y Mejita, entre 1988-1989 las cuales tenían capacidad para tratar 360 m3 de agua, las 24 horas del día con la misión de convertir en neutro el PH que iba a los acuíferos naturales, en particular a los arroyos Margajita y Maguaca. Esas plantas de tratamiento dejaron de funcionar, a nadie le preocupó y los desbordamientos fueron envenenando la zona hasta el Bajo Yuna, sin que nadie se inmute: 1º la presa de cola de Mejita que cubría una superficie de 1,4 km2 se desbordaba en el río Maguaca, el mismo afluente del río Chacuey, 2º la presa de cola de Las Lagunas con una extensión de 0,5 km2 hacía lo mismo, 3º el arroyo Margajita, que nace en la mina y la atraviesa, cargo, todos esos años, en sus aguas, los sulfuros expuestos al aire libre generando un drenaje ácido en forma continua que contaminó desde su paso por Pueblo Viejo, en un largo recorrido hasta la presa de Hatillo, al NW de la mina, denunciado con fotos ampliamente difundidas a la opinión pública.
Pero nadie se preocupó por la calidad de las aguas de la presa de Hatillo que irrigan los arrozales del Bajo Yuna, como nadie se preocupó por los pasivos sociales que se manifestaban por un descrecimiento alarmante de la población en los 21 parajes pasando desde 6737 hb a 2340 hb, entre 1981 y el 2003 y niveles de pobreza alarmantes que los 102 comunitarios invitados a testimoniar en grupos focales simplificaban diciendo que con la mina, se perdió la vida, la agricultura, los árboles y la salud. Sobre esos pasivos se iniciaron las actividades de Barrick y sin miedo a equivocarnos, podemos predecir que los dólares que produce la multinacional canadiense no podrán compensar el sufrimiento de una región y de sus habitantes porque definitivamente, no existe la minería sostenible es por naturaleza insostenible.

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