Rosario, en el corazón de la soja argentina, abrumada por el narcotráfico

<P><STRONG>Rosario, en el corazón de la soja argentina, abrumada por el narcotráfico</STRONG></P>

ROSARIO, Argentina. AFP. «El joven que cae en el narco está despojado de futuro, con una vida reducida a las próximas 24 horas», dice a la AFP el cura Daniel Siñeriz, de la parroquia de Nuevo Alberdi, un barrio humilde de Rosario, la tercera ciudad argentina y centro de producción de la soja, donde el narcotráfico se ha asentado con fuerza.  

Rodeado de libros, estampitas, y una bandera argentina, Siñeriz relata que en esa zona periférica de Rosario (310 km al norte de Buenos Aires), hasta los templos tuvieron que cerrar sus puertas por temor a los delincuentes.  

«Incluso tuvimos que cambiar el horario de la misa y darla a las cinco de la tarde, porque a la noche no circula nadie por las calles», asegura con voz pausada bajo el aplastante calor del verano austral.  

En Nuevo Alberdi, carros tirados por caballos con personas que se dedican al cirujeo (revolver en la basura) se cruzan con decenas de pequeñas motos de baja cilindrada y automóviles viejos que transitan calles asfaltadas, pero sin aceras.  

«Ni los cumpleaños se festejan». «Estamos viviendo un momento muy complicado, la gente del barrio se ‘guarda’ temprano y se meten en las casas, ya no quieren ni festejar los cumpleaños. El miedo genera una situación sórdida que te aplana y te aplasta», agrega.  

Incluso la parroquia y una casa que funciona como centro comunitario sufrieron robos durante los últimos tiempos.  

Con más de un millón de habitantes, Rosario -donde nacieron el astro del Barcelona FC Lionel Messi y Ernesto «Che» Guevara- vive desde principios de año una guerra narco en la que, según medios locales, confluyen corrupción policial, marginalidad social, disputas políticas y delincuencia asociada con las barras bravas (hinchas violentos) del fútbol.  

Según cifras del gobierno de Santa Fe (la provincia donde se encuentra Rosario), sólo en enero murieron 23 personas por homicidios, muchos de ellos bajo las balas de las pandillas de narcotraficantes que pisan fuerte en los barrios periféricos de Nuevo Alberdi y Ludueña y La Tablada.  

En 2012, según los mismos datos, la tasa de homicidios en Rosario aumentó un 15,2% respecto a un año antes, con 182 casos, de los cuales más del 70% eran varones de entre 16 y 39 años.  

«La droga en los barrios está a ‘full’, no se puede vivir porque vuelan las balas y nadie hace nada, la impunidad es total y la gente le tiene miedo hasta a la policía», aseguró a la AFP Juan Moreno, vecino de Ludueña.  

Juan participó de una multitudinaria manifestación la semana pasada para pedir justicia por el asesinato a manos de los narcos de Mercedes Delgado, militante social de ese barrio.    

Niños juegan a ser traficantes. María Cristina Delgado, la hermana de la víctima, le aseguró a la AFP que «ya no hay códigos» en los barrios, y que «por dos pesos cualquiera te pega y te mata».  

La penetración del narco ha modificado la realidad de algunos barrios carenciados, al punto de infiltrarse en los juegos infantiles: los niños ya no juegan al ladrón y al policía, sino a ser «transas» (pequeños traficantes) los varones, y «narqueras» (novias de los narcos) las niñas.  

Viviana Centurion, del grupo Madres en Lucha, una asociación de mujeres que busca sacar a los menores de la droga, dijo a la AFP que muchas madres prefieren que sus hijos estén presos, a que consuman «paco», una droga de bajo costo elaborada con residuos de cocaína.

«Sabemos de una mamá que llegó a atar al hijo para que no consumiera» explicó.  

Una de las consecuencias del fenómeno narco es que los niños ya replican en sus juegos conductas que ven a diario en las calles de sus barrios.  

«Cuando nosotros éramos niños jugábamos a fumar un cigarrillo con un crayón, pero hoy los nenes juegan con tizas blancas como si fuera cocaína, y hasta arman rayas», contó Centurión.  

«Rosario no es Sinaloa (México), pero tampoco Barcelona, como nos quisieron hacer creer», explicó a la AFP Juan Monteverde, un referente del movimiento social Giros, presente en la zona de Nuevo Alberdi, donde construyeron un polideportivo, una escuela y un tambo (establecimiento ganadero).  

«Hoy se habla de los barrios pobres como territorio narco, pero esas sustancias van a parar a los sectores medios y altos del centro de la ciudad», subrayó.  

Monteverde apuntó a la policía y a las barras bravas como ejes del delito en la zona: «acá la economía delictiva se cruza con las fuerzas de seguridad, todos tienen una pata policial que les garantiza impunidad».  

Rosario, conocida a principios del siglo XX como la Chicago argentina por la acción de mafias de origen italiano y de Europa del este, hoy parece emparentarse con las llamadas «narcociudades» mexicanas.  

Esa realidad contrasta con el hecho de que desde sus puertos se exporta más del 80% de la soja, el trigo y el maíz que produce Argentina, entre sus principales productos de venta al exterior.  

Sólo para este año, se estima que el complejo sojero de Rosario exportará por 25.819 millones de dólares, según la Bolsa de Comercio local.  

En medio de semejante riqueza natural, se multiplican los casos de asesinatos derivados de las peleas entre bandas por el control de los puntos de venta de droga.  

Detrás de las balas y la pobreza, existe una puja política entre el Partido Socialista, opositor a nivel federal y oficialismo en Santa Fe, que dice que Rosario es sólo parte de una realidad nacional, mientras que legisladores alineados con el gobierno de Cristina Kirchner, definen a esa ciudad como una «narcópolis».

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