Rosario Espinal – El subdesarrollo

Rosario Espinal – El subdesarrollo

Las transformaciones económicas y políticas de las últimas décadas dieron al traste con algunos términos que habían adquirido popularidad en América Latina en los años 60 y 70. Uno de esos términos es el «subdesarrollo».

La llegada de la ideología que privilegia el libre mercado, mejor conocida como neoliberalismo, y el surgimiento de gobiernos electos en los años 80, creó la sensación en América Latina de que finalmente llegaba el desarrollo, y que el subdesarrollo había sido una construcción ideológica falsa. Por eso, a partir de principios de los años 80, la visión de progreso se fundamentó en la noción de que el esfuerzo individual y el dinamismo empresarial serían la fuente de desarrollo para todos.

Sumidos en una profunda crisis económica y saturados de gobiernos autoritarios, muchos latinoamericanos asumieron el proyecto neoliberal con la esperanza de alcanzar el progreso. En esa transformación ideológica se tiró a la basura la idea de que la redistribución del ingreso era importante para el desarrollo de una economía capitalista.

Los gobiernos autoritarios de los años 60 y 70 dejaron cuentas económicas pendientes que tuvieron que asumir los nuevos gobiernos electos a principios de los años 80. Esos gobiernos han presidido desde entonces en medio de diversas crisis económicas producidas, entre otras razones, por el gran endeudamiento externo que ha empeorado las desigualdades en la distribución del ingreso.

Peor aún, muchos de esos gobiernos, electos en condiciones económicas difíciles, adoptaron rápidamente la corrupción y el clientelismo como estrategia para buscar y mantener adeptos. Es una manera fácil y rápida de crear la sensación de bienestar en algunos grupos privilegiados.

Pero encubrir el subdesarrollo latinoamericano con pintura de agua no significa que se han resuelto los problemas fundamentales que afectan estas sociedades.

Tomemos el caso dominicano para señalar algunos de los problemas.

La economía dominicana gira en torno a sectores empresariales que no tienen gran preocupación por mejorar los niveles de vida del pueblo. Sectores prósperos como el turismo y las zonas francas venden sus productos a consumidores en el exterior. Crean empleos en la República Dominicana, pero esos empleos son de bajos salarios. Es cierto que tener un empleo es mejor que no tenerlo, pero los trabajadores necesitan salarios aceptables para que un país capitalista se desarrolle.

El gobierno dominicano, por su parte, se agota en el endeudamiento interno y externo, y busca ingresos constantemente de los contribuyentes para pagar sus cuentas. De ahí el actual desespero por pactar una reforma fiscal enfocada en aumentar los impuestos.

Peor aún, el dinero que el gobierno adquiere de los contribuyentes y de los préstamos lo malgasta en el enriquecimiento ilícito de altos y medianos funcionarios, y en el clientelismo populista de la peor calaña. Esta lógica perversa de extorsionar al contribuyente para cubrir gastos públicos inadecuados, en vez de invertir adecuadamente en servicios públicos, sólo genera más subdesarrollo.

El endeudamiento externo es también una espiral hacia el subdesarrollo. Con la extorsión al pueblo a través de los impuestos se busca mantener el país a flote. Pero el endeudamiento externo, desmedido e irresponsable, hay que pagarlo luego con divisas que no abundan, y contribuye a la devaluación del peso que afecta negativamente a los consumidores.

Ya no es sólo la deuda bilateral o multilateral, o la deuda con las agencias internacionales, hay también bonos soberanos colocados en el mercado de valores que deben pagarse con puntualidad para que el país no caiga en absoluta desgracia internacional.

Si el Fondo Monetario Internacional está instalado en el país es porque el gobierno se sobre endeudó y hay que determinar ahora de dónde saldrá el dinero para pagar las cuentas.

Pero en la solución de este problema no hay que hacer grandes descubrimientos, ni ser genio de la economía, ni pagar caras consultorías. Después que el gobierno actual se endeudó a capacidad máxima, y el dinero prestado no ha sido invertido en obras y programas que generen beneficios, le toca lamentablemente al pueblo pagar las deudas con más impuestos y restricciones al consumo individual y familiar. Eso produce más subdesarrollo.

En medio de la tranquilidad que genera el pacto firmado entre el presidente saliente y el presidente electo y de las propuestas para que los equipos técnicos de ambos, del FMI, y los empresarios discutan las alternativas impositivas, parece olvidarse que el más afectado en este proceso es y será el pueblo dominicano.

Pero ese pueblo no tiene representantes en la mesa de discusión y negociación. No los tiene, ni parece preocupar mucho que no los tenga, porque el pueblo dominicano no se ha organizado adecuadamente para demandar su participación. Porque no hay una confederación sindical fuerte, ni una gran confederación campesina, ni una confederación de organizaciones profesionales, ni una confederación de organizaciones de mujeres, ni una fuerte organización que proteja al consumidor o al contribuyente. Con esta precariedad organizativa persiste también el subdesarrollo.

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