Rostro y personalidad de los obsesivos

Rostro y personalidad de los obsesivos

Cada cosa tiene un orden, su día, su mes, el año y la hora. Todo está previsto y planificado. Las variables calculadas, la agenda en la mesita de noche, las puertas tres veces chequeadas, las sabanas de la cama más lisa que la cara de un bebe, las sandalias del lado derecho, la ropa del día siguiente planchadita y seleccionada, en el orden, según el color de lunes a lunes.
Los obsesivos son exageradamente organizados y pulcramente limpios. Son piel sensible con el orden, los detalles, amantes de la planificación, la meticulosidad y la puntualidad. Suelen frustrarse, siempre que las cosas no les salen como las tenían previstas y si no se dan en el orden que las habían programado.
A veces son inflexibles y rígidos en las normas del comportamiento, es decir, muy escritos. Cada cosa en su sitio, los cuadros derechos, los cojines en los extremos y bien cotejados; la cocina como un espejo, el piso súper suave, y para colmo, suelen caminar descalzos en busca de una arenita que siempre se escapa.
El dedo índice lo rueda buscando el polvo, olfateando el sucio, para todo tienen una lista y están más programados que una computadora. Para que no lo dude, sus relaciones sexuales son planificadas: día, hora, lugar, hasta la forma es la misma, todo previo al buen baño, cepillarse un antes y después. Y, una gárgara para el aliento que nunca está de más. Tienden al ahorro, estiran el peso y llegan a hacer las mismas cosas, siempre con las mismas personas y en el orden esperado. No hay nadie más quisquilloso que un obsesivo(a).
Son predecibles, exigentes, rígidos, pulcros, medibles; la mayoría son honestos, trabajadores, exitosos; tienen bien clara su misión y visión de lo que quieren y de cómo lograrlo. Sus metas no las sueltan, a sus estrategias le dan continuidad, son necios en la perseverancia. Cuando existen solamente los rasgos obsesivos no hay problemas, pero, cuando se llega al trastorno, sí hay disfuncionalidad en el sistema familiar, en la pareja, en las relaciones interpersonales y grupales. Algunas veces estas personas se deprimen, se angustian y se vuelven estresantes en su vida cotidiana. Como diría una obsesiva, “si supiera cuándo soltar y cuándo halar”, doctor: vivir el día a día con un obsesivo es una verdadera angustia. Para él sencillamente los demás no le entienden, no pueden asimilar los regueros y las desorganizaciones. Sin embargo, muchas de las parejas que viven estas situaciones terminan por suerte complementada en sus diferencias, y cuando no las soportan, terminan divorciándose. Sin embargo, otras de las complicaciones son los episodios depresivos, de ansiedad y de angustia que padecen los obsesivos; aunque entienda que lo que está pasando tiene que ver con su obsesividad, aun así no modifican las conductas psicorígidas e inflexibles, más bien esperan que los demás se organicen y funcionen a través de él o de ella. Cualquiera de estas situaciones se pueden tratar ya sea con psicoterapia o psicofármacos o ambas combinaciones, para así cambiar el rostro de miles de obsesivo (as) que viven en silencio y en sufrimiento.
Los rasgos obsesivos pueden empezar desde la niñez y la adolescencia, pero pueden pasar desapercibidos, las dificultades empiezan en la adultez con los conflictos interpersonales, grupales, y con su propio pensamiento y la desregularización emocional, donde tienden a sentirse mal cada vez que las cosas no se dan dentro de su estado de orden. La tendencia apunta a que puede existir varios obsesivos dentro de una familia, si se llega a identificar alguien que este padeciendo del trastorno, decida buscarle la ayuda.

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