Rubens Suro…¡mi amigo!

Rubens Suro…¡mi amigo!

CIRO AMAURY DARGAM CRUZ
La vida diplomática está llena de grandes emociones. A veces se presentan en satisfacciones personales y otras hasta en peligro de la propia vida. También ofrece la riqueza de obtener una vasta cultura con el conocimiento patente de la vida de los países donde se labora, y engrosa ese tesoro el conocer grandes valores humanos, muchos de los cuales constituyen un verdadero orgullo para sus respectivas patrias.

De mis 44 años en la diplomacia dominicana puedo dar testimonio de lo dicho precedentemente. Ellos han estado preñados de satisfacciones, cuando se ha recibido una condecoración por el deber cumplido; de peligros, cuando he tenido que buscar un comandante guerrillero en el volcán Guazapa, en cumplimiento de lo pactado en Esquipula II, para que éste viniera a hablar con el Presidente de El Salvador. Asimismo, del tesoro acumulado con el conocimiento de tantos hombres y mujeres importantes que he tratado a lo largo de mis 17 misiones en el exterior.

Pero también de esos 44 años, poco más de una década me ha tocado laborar en nuestra Cancillería, recorriendo en ella los departamentos Jurídico, Americano, Asiático, Europeo y las subsecretarías de Estado de Política Exterior y de Política Económica (hoy Asuntos Económicos y Negociaciones Comerciales).

En esas labores de nuestra “Diplomacia Interna” tuve la felicidad de tener entre los compañeros a Rubens Suro, y en nuestras conversaciones oíamos sus interpretaciones literarias, que a veces no eran compartidas por el también diplomático y gran poeta Enriquillo Rojas Abreu. Ambos formaban parte de las tertulias que solían de vez en cuando formarse en mi Despacho de la Subsecretaría de Política Exterior.

Hubo momentos en que malhumorado Enriquillo por alguna interpretación literaria que Rubens había dado a un artículo publicado en los diarios, y cuya opinión no era acorde con la suya, que arremetía diciéndole: “Rubens mañana te traigo el periódico para que veas que no supiste leer el artículo”. Entonces Rubens, con esa calma característica respondía: “pues tráelo”; y ahí terminaba la disputa. Cuando todos creíamos que habían quedado disgustados, finalizada las labores del día oíamos a Rubens decir: “Enriquillo yo te llevo en mi carro”, y se iban conversando, y tal vez creando poesías, en el automóvil de Rubens.

En la antigua residencia de mi hijo Ciro Amaury, en el jardín se enseñorea un hermoso “Ficus”, que me obsequiara Rubens Suro para mi cumpleaños. En esa ocasión me complació recitando aquel hermoso poema de su exquisita inspiración que inicia diciendo: “El mar quiere ser cielo: forma nubes de espumas”. Hoy desde mi despacho de Relaciones Exteriores veo esas nubes de espumas del imponente mar Caribe, y contemplando su extensión comulgo con la visión del poeta al creer que “quiere ser cielo”.

Me enteré tarde de su partida hacia el más allá… No pude acompañar sus restos mortales a su última morada. Por eso ante la imposibilidad de externar a sus deudos, en ese sagrado momento, mi hondo pesar por su lamentable muerte, reciban ellos y en especial reciba él desde la eternidad, estas sentidas líneas, como expresión sincera de mi gran afecto y admiración por el inolvidable amigo.

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