Rueda y el mensaje del arte

Rueda y el mensaje del arte

Había él formado uno de esos extraños gestos, que consistía en mover los labios apretados, de un lado a otro, de izquierda a derecha intermitentemente.

Tenían una significación: desacuerdo con lo que escuchaba, fuera música o palabra, criterio, interpretación o sugerencia.

En un insospechable arranque, mientras miraba unos libros de “arte” (todavía insisto en ponerle comillas) comenté: ¡Cuánta porquería! Y añadí: ¿Cómo es posible que tengas esto en tu salón?

Pasadas las muecas, manifestó que el arte es móvil “qual piuma al vento” como la “donna” de Rigoletto) y que para estar al día era necesario aceptar sin prejuicios nuevas fórmulas expresivas porque entre todo ese “disparate”, como yo digo, existen verdades y propósitos nobles y respetables… búsquedas de verdades actuales.

Víctima de uno de esos inusuales arranques discutidores que extrañamente me asaltan, repliqué que el auténtico arte, el que nace de sentimientos auténticos, es, gústenos o no, reconocible, y que no me dejo envolver por los mentirosos que se empeñan en lograr cosas nuevas, a como dé lugar, a fuerza de extravagancias. ¿Por qué no queda nada de aquellas composiciones musicales (¿musicales?) de los años sesenta, cuando se le daban patadas a los pianos, se rompía un violín y se promovían combinaciones instrumentales de “tromba marina”, rugido de motocicleta y silbido de pito metálico en reverenciadas salas de concierto? ¿Qué pasó con el “sonido trece”, con la música aleatoria? Yo sufrí todo eso en la Sinfónica de Dallas, debido a un patrocinio de la Fundación Guggenheim.

El público, atónito en principio, se iba retirando discretamente del imponente McFarlin Auditorium de Dallas (que es una versión del Royal Albert Hall de Londres). Terminamos con un cuarto de sala abobada y temerosa de lucir inculta… “Estos campesinos de Texas…”.

Yo me pregunto: ¿Cuáles son las verdades del hombre moderno? ¿Es que al humano se le acaba de inventar? ¿Se trata de algo nuevo?

“Pero hay nuevas verdades… siempre hay nuevas verdades” –dijo Rueda en voz baja, ocultando –a mi ver– dudas.

Aprovechando su descenso, añadí que el drama humano es siempre el mismo y que cuando se tratan con la valentísima honestidad y el enorme talento suyo, presente desde sus primeros sonetos chilenos hasta el Pluralismo y las imágenes del mágico Makandal, esos… esas… sí son arte… son modernidad salida de la honda sensibilidad del artista que puede atreverse a desnudar realidades.

Que son resultado de una angustia por ahondar en incógnitas y en verdades mágicas… y en plasmarlas genialmente. Sin ánimo de engañar, de sorprender al ignorante, de “épater le bourgeois” como bien dicen los franceses.

Puedo afirmar, porque así lo creo, que las modernidades de Manuel Rueda, ese genio de las artes, se mantienen y se mantendrán en pie a través del tiempo, por una razón.

Son verdad.

Vibran firmes en el alma de un artista excepcional.

 

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