Ante visibles y agudos rasgos de condiciones negativas, lo peor que le podría ocurrir a la red de la educación pública es que entre el poderoso sindicalismo albergado y las máximas autoridades del sector -gigantesco y complejo- persistan por ausencia de diálogo y buena voluntad, agudos distanciamientos, con una Asociación Dominicana de Profesores de tenaz retórica impugnadora a quienes rigen y presiden el todo y una vasta gestión administrativa de máximas responsabilidades institucionales.
Sin una nítida aplicación de tácticas y estrategias; sin un triunfo de la capacidad para programar y ejecutar medidas a mediano y largo plazos para esa nave enorme que consume el mayor porcentaje presupuestal de cada año no habría forma de llegar a puerto seguro; ni habría forma de, progresivamente y bajo ejercicios de autoridad, educar mejor a la población escolar pre-universitaria de bajos recursos y hasta pobre de solemnidad que asiste a planteles del Estado.
Cabe disentir de ese mando superior y enarbolar demandas laborales que aún justicieras son inseparables de otras metas impostergables.
Deficiencias e insuficiencias que congestionan aulas y estancan severamente la baja calidad de la enseñanza. Con buen sentido se reclama soluciones con inversión en plantas físicas y contratación de más personal que no se alcanzarían de un mes a otro.
Debe reconocerse la facultad del Ministerio de destinar equilibradamente -y sin restar importancia al factor humano- recursos para cada grave problema.