Ruidos

Ruidos

Joaquín Sabina es un cantautor del cual soy leal y fiel seguidor a través de décadas con creciente deleite y fervor. Música y letra se combinan para hipnotizar la mente y hacernos esclavos de su embrujada seducción estética. Dentro de su arsenal polifacético hay una composición que periódicamente anida en mi cerebro como llegan los ciclones en la temporada de los huracanes tropicales. Me refiero a la melodía que lleva el título del presente escrito. Permítaseme transcribir un fragmento de esta sugestiva canción. “Y hubo tanto ruido / que al final llegó el final. /Mucho, mucho ruido,/ruido de ventanas,/ ruidos de manzanas/ que se acaban de pudrir. ¿Mucho, mucho ruido, tanto, tanto ruido, tanto ruido y al final/ …Hubo un accidente,/ se perdieron las postales,/ Quiso carnavales y encontró fatalidad./ Porque todos los finales/ son el mismo repetido/ y con tanto ruido/ no escucharon el final/ …Ruido de abogados,/ ruido compartido, ruido envenenado,/ demasiado ruido.”

El nuestro es un país escandaloso; en las calles se oye la sirena de la ambulancia y del camión de los bomberos. Suenan el claxon el guagüero y el taxista, así como el amigo que nos saluda desde su nuevo automóvil. Se llena la ciudad de sabor navideño a través de alegres villancicos y ruidosos merengues, salsas y cumbias tradicionales, mezclados con el moderno reggaetón. Los colmadones del barrio ensordecen y mantienen en vigilia obligada a los vecinos con el alto volumen de los equipos de sonido. Nadie escapa a la agresión sonora de los apostadores al que suene más duro en su yipeta.

Ruido hacen los fiscales sin que logren dejar en el sótano a jueces cantores de sentencias. Cada día es más notoria la intensidad de la escala del do re mi de las redes sociales, la televisión y la radio que se resiste a morir. Los mudos quieren hablar; el que habla desea gritar convencido de que gana y se impone quien eleve más su voz. Nunca antes anduvo tan ocupado el aparato auditivo de los dominicanos.

Voceamos a sabiendas de que pocos nos escuchan. Casi nadie presta su oído al decir de los demás, nos basta con oírnos a nosotros mismos a través de audífonos. El pronóstico para los meses venideros es de una multiplicación de las bandas sonoras de la campaña electoral. Y seguirá Joaquín: “Ruido mentiroso,/ Ruido entrometido…/ Ruido de conjuros,/ ruido mal nacido/ Ruido tan oscuro/ Puro y duro ruido/ Ruido que me has hecho/ Ruido yo no he sido/ Ruido insatisfecho/ Ruido a qué has venido”.

Y yo con tanto ruido, al manicomio iré a parar. Resucitaré a Antonio Zaglul y le pediré que reedite a sus 500 locos y me agregue para una nueva versión actualizada que se denomine Mis 501 locos. Luego después de un largo silencio retornará la calma. Será cuando oiremos la voz serena y firme del patricio Juan Pablo Duarte quien desde ultratumba nos dirá: “Nunca me fue tan necesario como hoy el tener salud, corazón y juicio; hoy que hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de la Patria”.

Publicaciones Relacionadas