Rumbo al pasado: ¿queremos un Estado-empresario?

Rumbo al pasado: ¿queremos un Estado-empresario?

Una de las mayores fortunas privadas hechas durante los 31 años del trujillato resultó de las comisiones ganadas por Anselmo Paulino al comprar todos los equipos y maquinarias para instalar el ingenio Río Haina. Hasta dentro de las dictaduras, contar con la gracia del príncipe al momento de hacer negocios es de lo más lucrativo.

Una herencia del trujillato fueron las decenas de empresas del dictador o familiares suyos que tras ser confiscadas pasaron a ser estatales. Por muchas décadas, CORDE y el CEA fueron el botín de políticos y guardias de todos los partidos. Allí surgieron importantes fortunas pecaminosas, quizás ninguna como la de Paulino, pero sumadas todas seguramente impresionantes hasta para un banquero suizo. 

Competir con el Estado es una inmensa complicación. Un ejemplo es lo que pasó durante la II Guerra Mundial cuando Trujillo necesitaba conseguir suministros confiables de arroz, no sólo para el mercado interno, sino para la exportación. Un día de 1945 estaba el entonces empresario agrícola Antonio Guzmán dentro de un colmado de Santiago, en el sector de La Herradura, al cual había ido como simple ciudadano a comprar alimentos para su casa. Allí, el general José Estrella, quien era uno de los principales jefes políticos del trujillismo en Santiago, se le acercó para conversar. Trujillo estaba por pasar frente a ese colmado en uno de sus paseos políticos, según la usanza de la época. Estrella preguntó a Guzmán si éste vendería a Trujillo el arroz que había almacenado. Guzmán, quien sabía que admitir tener mucho arroz significaría tener que venderlo al precio que dictaminara Trujillo, fingió asombrarse. “General, ¿y quién le dijo que yo tengo arroz?”, habría dicho Guzmán. Estrella, amigo de Guzmán, entendió la argucia. El propio Guzmán contó innumerables veces esta anécdota.

Aquí ha habido la triste tradición de un Estado negociante con interés empresarial en vez de un árbitro o regulador estimulante del capitalismo.

Ahora resulta que un grupo importante de políticos dominicanos, encabezados nada más que por el Presidente Fernández, al parecer quiere rescatar del zafacón de la historia la noción de que el Estado puede ser buen empresario. Debe ser la proximidad de la visita de Chávez lo que causa esto…

¡Oh Dios! Leeré los discursos de Leonel Fernández cuando auspició la capitalización. Oírle decir que es p’atrás que vamos, ¡me ha dejado desconcertado y patidifuso!

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