Rutas perdidas, cuentas y plazos vencidos

Rutas perdidas, cuentas y plazos vencidos

Rafael Acevedo

Eviatar Zerubavel escribió sobre los ritmos ocultos en la naturaleza, en el universo, en el cuerpo de los vertebrados y la vida y la cultura de los pueblos (“Hidden Rythms”, 1985). Un libro muy original pero muy poco celebrado. Muchos hombres y mujeres, sociedades enteras, parecen moverse en marchas forzadas y arrítmicas, en direcciones inciertas. Pasan fechas, años, lustros, décadas. Los problemas envejecen siendo los mismos. Las gentes nacen y mueren y la sociedad se agota en las promesas incumplidas, ideales y sueños nunca realizados. Todo ello sería poco si por lo menos el Hombre se realizara, y la Patria se engrandeciera. La gente celebra sus cumpleaños sin darse cuenta de que en realidad esos años no han sido cumplidos sino que se nos vienen cumpliendo como cuentas por pagar, como pagarés vencidos. La tierra y el sol cumplen sus ciclos rituales pero son muy pocos los que saben qué hacer con su tiempo y con su vida. Los países que van delante gastaron el millero de la irracionalidad, deshicieron las sendas, toda huella y toda pista, para acabar desleídos en el estribillo: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”; no hay lugar ni meta a dónde ir. Ni valor ni norma qué cumplir. Ya se llegó a la encrucijada del diablo, donde todo paso es incierto y toda acción sin sentido. El célebre Sartre inventó una máxima para los desorientados: Haga usted su propia opción, su propio compromiso. (Como quien saca un conejo de la manga, o se sostiene de la brocha cuando pinta el techo). Los sofistas se quedaron cortos, como niños recién destetados frente al cinismo de los relativistas y los cínico-pragmatistas de la posmodernidad. El dilema de Hamlet perdió sentido: Ser o no ser no es ya el asunto. Ni siquiera un tema. Porque antes que eso se quitó del papel la tarea de: Creer o no creer (que es el asunto previo). Si no se cree en Dios toda discusión de valores carece de sentido, toda acción carece de meta cierta. Exceptuando el inmediatismo de comer o tener sexo, para lo cual no es necesario sino seguir ciertas reglas para evitar el desastre. No así si usted quiere escapar de la animalidad y aspira a algo superior. En cuyo caso no bastan las reglas de urbanidad y convivencia, sino que cuesta esforzarse y atreverse. Hay una historia según la cual un hombre muy desorientado se encontró con un ser extragaláctico, al cual se aferró con toda su fuerza y no lo dejó ir hasta que el extraterrestre le reveló el secreto del camino y los tiempos de la vida. Así se fundó una nación cuyo nombre, Israel, significa “Pueblo de gentes que luchas por alcanzar la vida verdadera”. Un pueblo que marcó el futuro cierto (paradójicamente, también se encuentra hoy algo extraviado en este mundo de confusiones, naderías e irrealidades). De ese pueblo vino un Hombre con la misión de reorientar la humanidad toda hacia la vida verdadera. Hace, poco más o menos, 2017 años.

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