Ryszard Kapuscinski ha muerto
Sin límites entre literatura y periodismo

Ryszard Kapuscinski ha muerto<BR>Sin límites entre literatura y periodismo

POR GRACIELA AZCÁRATE
Creía que la guerra era sobre todo una tragedia y precisamente por eso cubrió 27 guerras y revoluciones. Sobrevivió a la malaria, al hambre y a las balas. Vivió del otro lado del frente de batalla y se quedó en ciudades mientras eran abandonadas. Pasó meses aislado. Entrevistó a dictadores y señores de la guerra, pero también a sus víctimas y a sus vasallos: creía que era de vital importancia el entrar al palacio por la cocina. Es considerado el padre de un género capaz de unir la ficción y la crónica, fue el primer escritor de no ficción propuesto para el Nobel de Literatura.

Fue el autor de libros fundamentales para entender los hechos claves de la segunda mitad del siglo XX, tales como la revolución iraní, las guerras africanas y las latinoamericanas.

En enero de 2007, Ryszard Kapuscinski murió a los 74 años.

John le Carré decía que el periodista y escritor polaco era el “extraordinario nigromante del reportaje moderno”.

Y a lo largo de todos sus libros  lo que demuestra la obra de Kapuscinski es que la calidad de sus textos y reportajes lo elevaron a la categoría de gran autor a tal punto que fue considerado para otorgarle el Premio Nobel.

Este profesor de historia, que se empleó de reportero para poder viajar por  el mundo  desarrolló a lo largo de su larga carrera reflexiones y comentarios sobre la ética del oficio y puso en práctica como corresponsal de agencia y prosista las lecciones de Heródoto, a quien consideraba el primer periodista de la humanidad.

Sus principales libros como “El emperador” (1978), “El Sha” (1981), “La guerra del fútbol” (1988), “Imperio” (1993) y “Ebano” son obras donde el reportaje, los hechos vividos, el dato periodístico, el arrojo y sensibilidad del cronista, los conocimientos históricos, se combinan con la sin igual maestría del polaco. Una obra fundamental es la que relata el aura y el clima del derrocado emperador etíope Haile Selassie .

Cuentan que  Kapuscinski fue invitado a participar en un taller de periodismo narrativo que organizó la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano, por iniciativa de Gabriel García Márquez, en México, en el 2001. Cuando le pidieron la receta o el secreto de sus reportajes sólo se detuvo a hablar de “El Emperador”.

Dijo: “Tengo una costumbre: cuando no sé cómo comenzar un libro trato de escoger la sentencia más sencilla que se pueda imaginar, como de libro para niños (a la manera de “Alicia tiene un gato”).

Un día de repente recordé que vi al emperador en varias ocasiones con un pequeño perro siempre en su regazo. Y escribí la primera sentencia: “Ese era un perro de raza japonesa. Se llamaba Lu”.

Cuando escribí esa frase pensé que tenía el libro. El libro fue saliendo de a poco. Cada semana entregué un pedazo. Y ahí felizmente comenzó el problema. Todos estaban sorprendidos porque esperaban un reportaje “clásico” y de repente apareció el perro de Haile Selassie y estaban muy insatisfechos. A la segunda semana el editor me preguntó:¿Cuándo empieza a escribir el reportaje?”

De a poco, y a pedazos empezaron a comprender  que lo que salía por entregas era el retrato descarnado del poder, y la dictadura pero que iba más allá de la dictadura del emperador etíope.

El Comité Central del partido comunista polaco empezó a preguntar  qué estában publicando y la gente lo leyó como un retrato de la elite gobernante polaca. Cuando fue publicado como libro “El Emperador” se agotó en una noche.

Muchos lectores jóvenes querían encontrar en este relato información sobre la deidad rasta, siguiendo las huellas de Bob Marley. Haile Selassie es considerado por la filosofía rastafari como una divinidad, un sucesor del Rey Salomón.

Ricardo Kapuscinski llegó a Addis Abeba, la capital de Etiopía, para cubrir la caída del emperador  que había gobernado durante 50 años y en ese momento era destituido por un Consejo Revolucionario. El polaco estructuró el libro sobre Selassie como un relato coral, con muchas y diversas voces construido por todos los que lo rodeaban, desde el porta-almohadones hasta el hombre de la tercera puerta. Son muchas y diversas las voces que narran lo increíble.

“Mi habilidad consistía en saber abrirla justo en el momento adecuado. Porque si la abriese demasiado pronto, eso podría causar la imperdonable impresión de que invitaba al Emperador a abandonar la sala. Si, por el contrario, la abriera demasiado tarde, habría obligado al Más Extraordinario Señor a espaciar sus pasos o incluso a detenerse, lo cual hubiera supuesto un menoscabo a su imperial dignidad, la cual exigía que el movimiento de la Primerísima Persona se realizara sin el menor peligro de colisión y sin que se interpusiese el menor obstáculo.”

En 1987, publicó “El Sha” sobre la revolución que depuró al sistema político iraní. Cuando le preguntaron que técnica había empleado para escribir la caída del régimen dijo  que se valió de la ruptura y la mezcla de géneros y estilos. Rompió con la narrativa lineal para valerse del collage con fotos, cartas, anotaciones en servilletas. Construyó un libro que buscaba no apegarse a los géneros. Recuerda lo que también cita Antonio Tabucchi cuando deja la ficción y se lanza a la crónica o los  reportajes  sobre Timor oriental, Silvio Berlusconi o el drama de los albano–kosovares encerrados en campos de concentración en los alrededores de Florencia.

Los dos coinciden en no respetar géneros puros, no son lineales y prefieren mezclar los géneros  e infrigir las covenciones.

Con el libro del Sha él afirmó que su posición fundamental fue la de no apegarse a ningún género.

“Yo escribo textos”, les decía en broma  a los periodistas culturales que le preguntaban sobre la “cocina” empleada.

En “La guerra del fútbol y otros reportajes” (1992) relata  el Congo de 1960, la Argelia de 1965 y la absurda guerra de cinco días entre Honduras y El Salvador.

Preparó un libro sobre Latinoamérica y en 1994, publicó un libro que es una entrevista larga realizada en Italia titulada “Los cínicos no sirven para este oficio”..

En el año 2003 publicó una colección de “Crónicas” y su mejor trabajo fue : “Un día más con vida”.

En él, con lentitud deliberada Kapucinski retrata Luanda, la capital de Angola, al borde del mar. El no se suma a la huída de la gente sino que permanece y es testigo de la tragedia que se avecina. Escribe del “trágico momento de la despedida de los seres vivos de toda esa ciudad que lo dejaban a él, a unos cuantos locos aferrados a sus propiedades, y a los perros abandonados al odio y la guerra. Desde su ventana en el despoblado hotel Tívoli, ve los barcos cargados alejarse, en olas migratorias enormes, y describe la ciudad como “un esqueleto desnudo pulido por el viento, un hueso roído que sobresalía de la tierra en dirección al sol”.

Con esta novela de guerra,  Kapuscinski descubre algo que meditó hasta su muerte y es la reflexión de que un siglo de guerras por las liberaciones nacionales permitía vislumbrar un futuro de guerras focales a escala mundial.

Concluyó que : “La guerra de Angola fue el principio de este nuevo tipo de guerras, sin fronteras, de unos grupos armados que cambian de bando todo el tiempo, robando, destruyendo, ocupando –en ese caso– las minas de diamantes y los campos de explotación petrolera y autofinanciándose. Angola fue el origen de este nuevo tipo de guerra”, dijo en una entrevista realizada en Varsovia, para la revista “Letras Libres”, y una de las últimas que dio.

La entrevista le sirvió de reflexión para profundizar sobre conceptos fundamentales de su obra, comprender su escritura y  entrever el futuro de la sociedad y el mundo.

Melancólico, reservado  y parco en palabras, dijo: “Se cambiaron los actores y los objetivos de la guerra. Ahora tenemos muchos actores distintos: mafias, milicias tribales, terroristas, narcotraficantes, mercenarios. Se trata de grupos armados que se independizaron del Estado. El Estado como tal ha perdido el monopolio del instrumento de la violencia.”

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