Sí, existen privilegios

<p>Sí, existen privilegios</p>

MARIEN ARISTY CAPITÁN
Doña Ramona tiene sesenta años, terribles problemas respiratorios y una artritis que se mofa de ella diciéndole que es su mejor amiga. A pesar de todo esto, y lo quedo de sus pasos, ella camina cada día los tres kilómetros que la separan de su escuela: aunque lleva treinta y cuatro años sirviendo en el magisterio nacional, todavía da clases con la misma alegría del primer día.

Cansada, lo reconoce, ella preferiría marcharse a casa. Pero no lo hace, tal como lo confiesa por lo bajo y rogando que nadie cuente su historia (al menos no con su nombre real), porque sabe que si se acoge a la pensión su sueldo será menor y, con el paso de los años, no le servirá absolutamente de nada.

Como doña Ramona, sabiéndose con un largo historial de servicio y dueños de mil historias que transmiten a los niños, muchos maestros ruegan por ser olvidados por la burocracia del sistema educativo: el que nadie los recuerde, dicen, es bueno porque así no se les obliga a jubilarse.

Para otros la historia se escribe al revés: están enfermos, quieren irse a casa, pero no consiguen una pensión. De cualquier manera, sin embargo, sus vidas son iguales: deben vivir con menos dinero del que necesitan y, en caso de que su situación vaya a peor, tendrán que recurrir a la caridad del propio Estado para el que una vez trabajaron con ahínco.

Mientras eso sucede, y vemos que los pensionados y jubilados tienen que cerrar la avenida John F. Kennedy para reclamar por lo que deben cobrar, escuchamos cómo mucha gente habla en contra de Aura Celeste Fernández porque a ella se le ocurre plantear que en la Junta Central Electoral (JCE) hay privilegios que resultan irritantes. Uno de ellos es, sin lugar a dudas, el reglamento de pensiones.

Como Aura Celeste, a quien se acusó de querer ostentar el poder porque tenía tres cargos en organismos y comisiones en los que por demás no cobraba un centavo (amén de que entró porque la buscaron), creo que es indignante que para obtener una pensión vitalicia en la Junta Central los magistrados sólo tengan que trabajar allí durante cuatro años, sin importar la edad que tengan.

Otro caso igual es de las cámaras legislativas: habría que ver cuánto se gasta en pagar las pensiones de ex diputados y senadores que, con sólo haber trabajado cuatro años, viven a costilla de nosotros. Pero, ¿y qué pasa en el Banco Central? Allí también se han dado casos de gobernadores que se pensionan después de haber laborado sólo durante un período.

Esas son las cosas que dan rabia en este país: mientras los maestros, los médicos, los trabajadores de los ayuntamientos, los empleados de muchos ministerios -ojo, digo empleados, no funcionarios- tienen que trabajar sin desmayo para llevarse una pensión de tres centavos, la mayoría de los funcionarios que tienen derecho a las pensiones cobran mensualmente más de lo que ellos reciben al año.

Aunque pueda sonar increíble, en este país hay personas que sobreviven con pensiones de RD$2,316. En el otro extremo, como una burla, algunos superan con creces los RD$200 mil. A esto, ¿le llamaríamos justicia?

Lo más terrible de este tema es que mientras Aura Celeste pide que se anule el reglamento de pensiones de la Junta, el Comité del Plan de Pensiones y jubilaciones se opone. Y ahora, como sucedió también cuando renunció a los incentivos especiales que se le otorgan al nada desdeñable salario de más de RD$150 mil, se le cuestiona por querer adecentar un organismo en el que se reproduce uno de los mayores vicios de nuestra sociedad: la usura.

¿De qué manera, sino, se puede llamar a quienes trabajan lo mínimo para llevarse la mayor tajada del Estado, dejando sin nada a los que se rompen la espalda por el país? Por eso es triste que se ataque a quienes critican la situación, a pesar de que su único pecado sea profesar la verdad, llevar una vida ética y  luchar contra la corrupción en todas sus maneras. Así de bien estamos.

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