Sabana de la Mar y su casona

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AMPARO CHANTADA
Ahora le toca a Sabana de la Mar defender su patrimonio y tratar de convencer al Secretario de Cultura y al de Turismo, que la casona de la familia Messina debe ser salvada de una posible demolición y declarada Patrimonio Nacional y reconvertida en la casa de la cultura de la poblacion. Como a todas las casas antiguas y con mucho valor para las próximas generaciones, el que compra esa casona lo hace por el terreno y sin remordimiento después de tumbarla, construye algo sin interés colectivo. No debemos permitir otra vez esa violación a la inteligencia, a la sensibilidad nacional.

Cuando desaparece poco a poco el patrimonio monumental de Gazcue, de Montecristi, de La Vega, de Sánchez, donde el pueblo dominicano va perdiendo hitos de su memoria histórica, una voz lejana grita por salvar la Casona de Sabana de la Mar, una construcción como ya no se hace, como ya casi no se puede ver ni estudiar en nuestra media isla, porque todo lo que significa pasado, esfuerzo, innovación, técnica, prosperidad, va desapareciendo sin compasión, sin tristeza, dejando nuestra juventud, sin hitos, sin marcas, sin referencia de un tiempo que fue y que nos les permitimos apreciar.

Como muchas ciudades de la costa Norte, Sabana de la Mar es el producto de circunstancias comerciales fugaces, de políticas migratorias coyunturales y de la llegada de emigrantes europeos que con tesón y sin más nada, se instalaron a orillas del mar y construyeron casas que por su técnica de construcción, sus materiales casi todos importados, sus formas, sus decoraciones, en fin su diseño, condensan los esfuerzos de una generación pasada que construyó una villa cerca del mar, comerciante por sus tierras adentro, pescadora por la presencia de esa majestuosa Bahía, mirador de Samaná donde le vendía sus productos y que hoy parece suspendida en el tiempo por la fragilidad de sus actividades y el ritmo lento, muy lento que se respira en la zona. Ni hablar de Miches; mil veces se inició la carretera que las une, jamás se terminan juntos todos los tramos, resultando más fácil llegar a Miches por El Seibo.

Y no es por falta de atractivos que Sabana de la Mar languidece, ella cuenta con paisajes dignos de cualquier película, en el fondo de esa magnifica bahía de Samana. Su fundación por un militar debió ser en última instancia, por lo majestuoso que resulta la península de frente, los manglares  y sus aves vigilantes, parece mirar el mar y desentenderse de tierra firme, como si diera la espalda al país. A los gobiernos nunca les interesó esa zona escondida detrás la Cordillera Oriental. Para llegar a Sabana hay que atravesar tierras todas cargadas de historia reciente: primero,  la llanura sembrada de caña de azúcar, donde un joven militar llamado Trujillo sembró el terror en toda la zona comprendida entre Los Llanos y Hato Mayor entre 1916 y 1924 y que por la complicidad de los norteamericanos  salvó la vida, lo que podía haber cambiado el curso de la historia posterior del país. Después, se recorre la carretera Hato Mayor-Sabana de la Mar que transcurre en un bosque húmedo, tupido, caluroso, propiciador de bellas colinas y del mejor mapuey del país. En El Valle se reúnen todas las condiciones para su cultivo (mapuey que si los europeos hubieran aclimatado fuera hoy un manjar de ágapes festivos para esa población, que conoce solamente la papa). En cuanto a la llegada a Sabana de la Mar, es como un alivio al bajar hacia al mar y recibir esas brisas perfumadas de la Bahía, puerto tranquilo donde el visitante siente que llegó a otro mundo, mágico, el mar, las olas, las aves, las redes en el mar y la presencia mágica de Samaná de frente. Las calles de Sabana son silenciosas y su gente mira al viajero. Cómo es posible tanta dejadez. Sabana de la Mar y Samaná son ciudades estratégicas, no en caso de ataques de los corsarios o la llegada de intrusos, no, esos ya no vienen, llegan ahora cruceros que se apoderan de las playas, disfrutan de todo y no miran hasta Sabana de la Mar. Qué desastre, qué lastima desperdiciar así Los Haitises, ese mágico paisaje carstico arrollado por el mar. Un embarcadero inseguro, precario y una travesía repleta de sensaciones.

Qué poco amor de sus autoridades. Hato Mayor eres de tierra y de hato, pero  eres de mar, de costas, de playas, de brisas finas… pero bueno, volvamos al Casón.

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