LOURDES CAMILO DE CUELLO
Habíamos leído en la reseña histórico geográfica, tradicional y religiosa de don Melchor Contín Alfau acerca de los vestigios de la época colonial en la región oriental; algunos ya desaparecidos.
Señalaba como de la época la Casona de Ponce de León, en San Rafael del Yuna; las ruinas de Chavón y las iglesias deHigüey y El Seybo, la Pared de Sabana de la Mar, los restos de una fortaleza o residencia colonial existentes hacia la margen oriental del río Almirante, como a medio kilómetro de distancia del poblado de El Hoyón, y unos canales empedrados que dan la idea de algún proyecto de acueducto o regadío en esa zona. Recordaba las Paredes de El Rodeo, entre El bote y Monte Coca, cerca del Higuamo, que los lugareños le decían El Castillo feudal, el cual aseguraba se encuentra perdido entre la caña de azúcar del ingenio Consuelo.
Decía que hacia el curso nordeste del mismo río Almirante, en las llamadas cuevas de Fun Fun, hay restos de una calzada empedrada de los tiempos coloniales que insinúan algún ingenio o mina. Y que en el municipio de Hato Mayor se encuentran los restos de un presa hidráulica que parece haberse iniciado en un salto del río Higuamo que está ubicado entre la sección de Mata Palacio y el paraje denominado El Salto Viejo, de la sección Don López.
Nos motivaba ir a cada uno de esos sitios; sin embargo, la visita precipitada a la provincia de Hato Mayor del Rey, a Sabana de la Mar, tendría otra urgencia.
Unos jóvenes sabanalamarinos se habían apropiado de una idea: proteger y rehabilitar un enorme casón del siglo pasado a punto de desaparecer. Nos habían llamado deseosos de que lo conociéramos y de que nuestros expertos conservadores les dijeran qué hacer y cómo.
Allí fuimos.
Luego de un viaje en expectación constante, llegamos a Hato Mayor y de allí a Sabana de la Mar.
El grupo de jóvenes nos esperaba y también el Casón: una construcción de madera, otrora quizás almacén, con graciosas tracerías caladas, muy abandonada y deteriorada, apropiada para convertirse en el Centro de la Cultura de Sabana de la Mar.
Las preguntas atropelladas de los jóvenes no tardaron en llegar: ¿Qué debemos hacer para declarar el Casón Patrimonio Nacional? ¿Reúne las condiciones para la declaratoria? ¿Podría el Estado declararla de interés público? ¿Nos daría Patrimonio apoyo para su rehabilitación?
Y luego de satisfacer todas sus inquietudes, miramos alrededor y nos dimos cuenta del poblado, de sus calles solitarias, de su silencio, de la «emisora» del pueblo, de su mar, de su Elupina, de sus manglares, de sus minutas.
Allí estaba el pueblecito más singular de todos los visitados por nosotros en los nueve meses anteriores.
El pueblo que podría ser uno de los destinos turísticos más atractivos de toda la República.
Caminamos por sus calles y fueron enseñándonos sus particularidades.
En una pequeña casa, en una angosta habitación, una alegre señora anuncia las novedades a la población a través de un altoparlante: las muertes, los bailes, las visitas; pero lo más increíble es que todos se enteran.
Y seguimos adelante a conocer sobre Elupina Cordero; la «Santa» de Sabana de la Mar. ¡Qué cantidad de leyendas se tejen alrededor de esta piadosa mujer! ¡Cuánto darían otros países por tener un acervo como ella!
Todos hablan con veneración acerca de su santa, de sus milagros y sentencias.
Dicen que Trujillo la visitó y que no soportó las verdades que en lenguaje simbólico le externó Elupina.
Dicen que el agua que brota cercana a su tumba es milagrosa.
Dicen que una vez solicitó a los sabalamarinos poner tres cruces en un lugar próximo a la playa para que el mar no entrara y nunca entró.
Sólo habíamos pasado unas horas en Sabana de la Mar y nos faltaban muchas otras cosas para ver, muchas otras cosas por contarles a todos mis lectores.