Saber ser viejo, ser rico, y ser negro

Saber ser viejo, ser rico, y ser negro

Encontraría uno más lógico tratar en cuanto al saber ser pobre, ya que la abundancia está supuesta a ser íntima amiga de la felicidad. Pero ¿lo es?

Ulises Heureaux –Lilís- (1845-1899) militar y astuto y cruel dictador, presidente de la República en cinco ocasiones,  solía decir, según  contaban amigos de mi padre, que era necesario “aprender a ser viejo, a ser rico y a ser negro”. Lilís era las tres cosas.

Ha de reconocerse que  ha cambiado bastante el panorama del negro en todas sus fases de intermezcla y hoy tenemos un Presidente negro de USA como Obama, y digo “tenemos” porque lo que ocurre en U. S. A., (que se mete en todo y en todas partes, si le conviene a los jerarcas) nos afecta a todos, cercanos o lejanos.  

Ellos dan cátedras de moral y justicia aunque las ignoren en su territorio y apoyados en engaños, manden cándidos e insospechablemente incultos jóvenes a lejanas e insoñadas tierras, a morir o regresar lisiados físicamente, espiritualmente o de ambas maneras.

Es resultado de la extrema crueldad y desvarío de los soldados norteamericanos que regresan de incursiones en Medio Oriente, enfermos de asesinar civiles, lo que nos  ha familiarizado, cotidianizado y levantado un espantoso oleaje de criminalidad, en combinación con el enorme consumo de drogas y las terribles consecuencias de sus mecanismos mercadológicos, efectivamente apoyadas  -quiérase o no- en los modernos medios de comunicación: series televisadas, películas de largo metraje y espeluznantes “cortos” en computadoras miniaturizadas. 

Por otra parte, quisiéramos que ser líder negro fuera ser algo parecido a Martin Luther King o José Francisco Peña Gómez, quienes supieron, ambos, ser negros llenos de una dignidad y valentía que florecieron dentro de un carisma extraordinario, volando alto sobre una tradición absurda de prejuicios raciales, de argumentos de una inferioridad humana inexistente, porque no hay razas superiores ni razas inferiores. Científicamente demostrado.

Lo que hay es gente superior y gente inferior.

Aunque lo que está de moda es referirse al Trujillo-monstruo, enloquecido por las adulaciones, al que aprobó los centros de tortura y  al Balaguer de los terribles doce años de actividad de “los incontrolables”, olvidando, quienes hablan a la ligera, que el mantenerse tanto tiempo en el poder se debía no sólo a la fuerza sino a una aceptación masiva de beneficios populares… debo señalar que el poder es tan adictivo como la cocaína, el crack o las metanfetaminas.   Y que abundan los “trujillitos” y aún, con más dificultad por la sobriedad y cultura del personaje, los que buscan ser “balagueritos”.

Pero el carisma no se compra en botica o supermercado. Ni Hitler, ni Stalin ni Mussolini, ni Pinochet ni Fidel Castro son posibles sin una magia personal que no se puede comprender: Un carisma de alta irradiación.

Aún cuando caen en trágicos errores, arrastran inmensas muchedumbres.

Sólo un conjunto de hábiles decisiones estatales puede compensar, con sus eficientes resultados, la ausencia de carisma.

A lo que Lilís se refería hay que traducirlo. Saber ser viejo, ser rico y ser negro, significa saber cual es la realidad interior. Conocer el “hueso” de la verdad interna.

Y actuar de acuerdo a ese conocimiento.

Para bien propio y de los demás.

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