Con mucha frecuencia los celos y la violencia son confundidos, creando en nosotros una sensación desorbitante que podría terminar conduciéndonos a relaciones tóxicas sin que reconozcamos la diferencia entre una cosa de la otra.
Los celos se refieren a una emoción que se caracteriza por informarnos sobre la presencia de una amenaza de dejarnos fuera de la vida o la relación de alguien que es significativo para nosotros. Mientras, por otro lado, la violencia en una conducta que busca intimidar, dañar, someter o controlar a alguien, resultando en daños físicos, psicológicos, sexuales o materiales.
Por lo general, la ruta que toman los celos para terminar desembocando en la violencia, viene acompañada de otros aspectos psicológicos y emocionales importantes, como lo son:
La dependencia emocional, que no es más que un trastorno donde uno de los miembros de la relación depende en exceso de otro, manifestándose mediante ideas de que hay un intruso que le quiere arrebatar lo que más ama, llevando al sujeto a pensar que si no actúa de forma contundente, la perdida será inminente.
La paranoia, que se manifiesta a través de delirios por celos, delirio erotomaníaco, delirio somático, entre otros. En el caso de los celos, es frecuente que este tipo de personas vean en sus mentes imágenes de su pareja siéndoles infieles, por lo que consideran necesario activar una forma de castigo aún sin tener evidencias de lo supuesto.
Para prevenir que los celos pasen a la violencia, es importante que las personas que padecen este problema reconozcan y entiendan que deben trabajar en él y asumir la responsabilidad, tanto para trabajar el problema de los celos, como para impedir que llegue a la violencia.
No obstante, es importante aclarar que los celos son normales y dentro de una un cuadro saludable y estable psicológicamente, no deberían conducir a la violencia.
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