Sabios, diletantes y poetas

Sabios, diletantes y poetas

Rafael Acevedo Pérez

Suele ser divertida la manera deportiva con la cual diletantes y cientistas abordan el tema, basados en celebrados pensadores que como Spinoza, Marx y Freud ; y otros que, como Einstein se vieron obligados a colocarse en la misma línea de pensamiento); escapando así a la persecución y obstrucción de que eran víctimas, ellos y sus obras y vida profesional, debido a su origen judío; refugiándose en universidades, peñas artísticas e intelectuales, “abiertos”, desprejuiciados, conexos con la dolce vita, y conductas liberales. Y, por qué no, en importantes y lúcidos movimientos sociales y políticos emergentes o de su propia iniciativa.

Con frecuencia elaborando versiones filosófico-religiosas panteístas o ateas, con amplia cabida para cualquiera que quisiera evitar persecución de los prejuicios sociales, por motivos étnicos o similares, adentrándose en lo racional, creando el cerco seguro de la ciencia; a menudo en agresiva autodefensa respecto a verdades fundamentales de pueblos y civilizaciones; desarrollando técnicas de observación de los fenómenos naturales y del propio espíritu del hombre.

Celebro la integridad del filósofo y pensador Fernando Ferrán: haber dedicado una serie de artículos sobre la existencia de Dios, en Areíto (Hoy). Quien sin embargo concluyó sus profundas y variadas lucubraciones, suyas y de notables pensadores, con un modesto verso de nuestra laureada Soledad Álvarez; porque muy a menudo la intuición poética es un sabio camino entre vida, ciencia y verdad.

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En sus artículos, Ferrán destaca dificultades que tienen los filósofos en ponerse de acuerdo sobre temas fundamentales en toda sociedad y civilización. Especialmente porque quien no sabe de dónde procede, no puede saber quién es, tampoco a dónde va o debe ir; mucho menos aconsejar a otros.

La ciencia actual también se interesa por el fenómeno de la religiosidad, diferencias de creencias y prácticas religiosas de los pueblos; objetos de estudio de la sociología y la antropología, de la psicología y la psiquiatría y otras disciplinas que tratan de entender cómo las creencias afectan la salud física y mental de individuos y pueblos.

Mientras tanto, cualquier discusión sobre Dios escapa a las disciplinas científicas, porque sus postulados y proposiciones no pueden ser verificados, comprobados con la metodología y los artefactos de las ciencias naturales y afines.

Vista desde prudente distancia, la ciencia crea utensilios, con mucho más honra y categoría (¿?) que un serrucho o una cuchara, pero menos que los objetos sagrados de cualquier religión.

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La ciencia y los científicos se concentran rigurosamente en lo que son sus “focos” de estudio (con micro o tele “scopios”); orientada por conceptos abstractos o cuasi empíricos elaborados tras sucesivos ejercicios académicos.

Por otra parte, realizar teorizaciones y especulaciones ingeniosas, plausibles y atractivas resulta ser cosa interesante y entretenida. Sin embargo, si ponemos a un lado todos los errores y abusos que se han cometido en nombre de deidades y religiones, lo peor que puede hacer el hombre es intentar escapar de la realidad de Dios mediante palabrerías y construcciones mentales que solo alivian su angustia existencial.

Providencialmente; afortunadamente, Dios ha provisto maneras sencillas y auténticas de ser entendido, obedecido…y disfrutado.

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