Sabor de engaño

Sabor de engaño

Teniendo como fondo musical a la pobreza, el compositor prepara su comedia para el disfrute público de los amantes del arte de la hipocresía. El actor jura y perjura estar dispuesto a sacrificarlo todo en aras de ayudar a “su noble y sufrido pueblo”.

La lucha crece en frecuencia e intensidad a medida que se acercan las elecciones; las promesas sobrepasan en toneladas la capacidad de la patana del candidato, quien supera al Todopoderoso en dádivas y garantiza que de ser favorecido con el voto popular acabará en un santiamén con toda la cadena de penurias del pasado, presente y porvenir.

El arquetipo de candidato criollo entalla con la descripción del astuto simulador formulada hace más de cien años por José Ingenieros en un ensayo titulado La simulación en la lucha por la vida.   En dicho libro expresa el argentino: “La característica del simulador astuto es precisamente educar sus reacciones emotivas de tal manera que jamás se traduzcan en signos fisionómicos exteriores: evitar parecer lo que es. La cara no es el espejo de su alma: el estudio y el hábito obtienen resultados prodigiosos.

Cuando alguien le narra una desgracia para pedirle consejo, el simulador astuto, husmeando para más tarde un beneficio, se conmueve, palidece, llora, hace llorar al narrador mismo: éste se admira de que aún exista sobre la tierra un hombre de tan virtuoso corazón y cae fácilmente en las redes que aquel le tiende… El astuto rehúye la lucha abierta y declarada, recurre a medios anómalos y marcha por senderos tortuosos; carece de coraje para luchar a cara descubierta. Es un estratega consumado en la lucha por la vida y ha aprendido a inhibir todos sus impulsos, dirigiéndose por los consejos de la inteligencia. No procede espontáneamente. Su conducta es siempre estudiada”.

No podemos negar que de vez en cuando se aparece desde ultratumba el mexicano Mario Álvarez para dejar caer sobre el sancocho del simulador el pelo provocador que dice: “Sabor de engaño tienen tus ojos cuando me miran/ sabor de engaño siento en tus labios cuando me besas./ No eres sincera cuando me dices que aún me quieres/ si en tus palabras se nota el filo de la traición”.

Eugenio María de Hostos, ídolo de Juan Bosch, hace también un siglo que sentenció: “Política sin moral, es indignidad: cualquier juego de azar, siendo tan indigno como es el juego, es más digno que la política divorciada de la moral, porque, al menos, en sus lances repugnantes no aventura más moralidad que la del jugador y sus cómplices. Pero el político inmoral aventura con su ejemplo la moralidad pública y privada de su patria… Así es como, poco a poco, y sin pensarlo ni quererlo, ni sentirlo, van los pueblos, guiados por la política indiferente a la moral, perdiendo una por una sus virtudes, sus cualidades y carácter; así es como las familias van en ellas perdiendo, sin notarlo, la dignidad de su fin social, la afinidad de sus elementos, la pureza de sus costumbres, la grandeza de su institución; y así es como los individuos van sin advertirlo, perdiendo el decoro, la dignidad, la veracidad, la firmeza, la lealtad…”

Es imposible seguir fingiendo de esta manera. Así es como continúa nuestra eternizada canción. 

Publicaciones Relacionadas

Más leídas