Sabrina por su padre y su incesante búsqueda de la verdad

Sabrina por su padre y su incesante  búsqueda de la verdad

Golpea el oleaje del mar, se asoma a la puerta y nos inunda con sus lágrimas de sal. Esas lágrimas han acompañado mi lectura de la novela testimonio de la poeta Sabrina Román: NUESTRAS LAGRIMAS SABEN A MAR, y son las mismas que me asaltaron cuando leí YO TAMBIEN ACUSO, primer testimonio novelado de una dominicana contra la dictadura de Trujillo, escrito en 1946, por la banileja Carmita Landestoy; LA NOCHE DE TLATELOLCO, de la mexicana Elena Poniatowska, sobre una matanza de estudiantes en 1968, donde asesinaron a su único hermano; SI ME PERMITEN HABLAR, TESTIMONIO DE DOMITILA, UNA MUJER DE LAS MINAS DE BOLIVIA, escrita en 1978 por Domitila Barrios, sobre la muerte gradual de los mineros en las minas de estaño; ME LLAMO RIGOBERTA MENCHU Y ASI NACIO MI CONCIENCIA, escrita en 1983, testimonio de la masacre de las comunidades indígenas de Guatemala y la tortura y exterminio de la familia de la autora; y PAULA, escrita por Isabel Allende en 1994, mientras acompañaba la agonía de su hija muriendo de cáncer.
Son testimonios de mujeres, en todo el continente, a cuyo género literario se suma el libro de Sabrina, algunos de cuyos capítulos provocaron que tuviera que posponer su lectura (sobre todo los pasajes en que narra sus infantiles esfuerzos por proteger la mortal tristeza de su madre), porque amenazaron con hacer naufragar la frágil embarcación en que navegan todas mi orfandades, obligándome a retomar el rumbo de su siempre precario equilibrio, frente al vendaval de la memoria.
Creo no habrá quien pueda leer este libro sin conmocionarse frente al amor de Sabrina por su padre y su incesante búsqueda de una verdad que ella, con minuciosa paciencia, ha ido reconstruyendo durante tres décadas.
Este libro enjuicia las fábulas que se tejieron sobre la supuesta incapacidad de Pupo Román frente a la toma de decisiones, una vez Trujillo fue ajusticiado, porque según narra, Pupo Román nunca llegó a encontrarse con los complotados, ni a enterarse de la ejecución de los hechos inmediatamente ocurrieron:
“!Qué soberana tristeza debió sentir después de aquel desastre, de aquella ausencia de los que quedaron de avisarle. ¿Dónde estaban tío Luis y Juan Tomás? A todo esto, desconocemos quién o quiénes debían unirse a él esa noche para ejecutar la tan mencionada segunda parte del plan. ¿Lo sabremos algún día? ¿O será el secreto mejor guardado de la historia dominicana? Pág. 144.
“Se puede deducir que además de la amistad, debía existir un profundo conocimiento del talante de amigo y ser humano que era Pupo Román, para que Luis se atreviera a depositar en sus oídos aquella información tan peligrosa y con tanta antelación”.
“Dicho esto, también cabe mencionar que esa amistad no fue capaz de evitar la táctica dilatoria y el ostracismo de los que visitaron a mi padre en los meses previos al mayo decisivo, durante los cuales se sucedieron las tres ocasiones en que se iba a ejecuta el plan y en cada ocasión no fue posible”. P. 173.
Concluyendo: (pag.178)…
“Yo entonces tan solo tenía ocho años. Durante una o dos décadas aproximadamente, ese silencio fue el desgraciado sustento que alimentó los grandes errores en torno a la actuación de Pupo el 30 de mayo”.
Aporte fundamental a la historiografía dominicana, este libro es un retrato de la dictadura y su secuela de arbitrariedades aun contra familiares cercanos a Trujillo, y sale a la luz en una coyuntura en que muchos añoran públicamente el “orden y la paz” de esos años, no ignorando que también eran los del cementerio.
Y es un inmenso acto de valentía, porque parirlo ha significado enfrentarse a dolores ancestrales que en la generalidad de los casos impiden el acto liberador de la escritura, testimoniando cómo la sal de las lágrimas cura las heridas.
Solo me queda confiar en que un día Sabrina podrá mirar el mar Caribe y dejarse sobrecoger por la belleza vital de sus aguas, por el verde/azul de su cielo descendido.
De esa azul inmensidad se ha nutrido mi corazón desde la muerte en un accidente de aviación de mi padre, Toni Vicioso, en 1955; de mi segundo padre: tío Juan José, piloto de la FAD, en otro accidente de aviación en 1959; la de tío Danilo, justo donde se estrelló mi padre; y por la siempre reciente muerte de mi madre.
Y de esa certeza ha de nutrirse el corazón de Sabrina, y el de todos sus hermanos, desde ese infausto septiembre, o inédita fecha, en que su padre retornó a las aguas originales.
Dice la crítica literaria feminista Elaine Showalter, que los primeros libros de las escritoras son siempre autobiográficos, porque necesitamos decirnos, explicarnos. De esa fase confesional progresamos a una segunda donde la preocupación es con el estilo, pero Sabrina, al escribir este libro, ya posee un estilo heredado de su ejercicio poético, de ahí que en esta novela testimonial predominen la prosa poética, y/o el poema:

“El techo del salón era de zinc.
Taconeado por un aguacero
Relinchaba como un caballo
Como si la lluvia pellizcara
Aquella superficie metálica
Haciéndola gritar, gritar…
La lluvia siempre estuvo allí…
Sabrina afirma que su libro no es político:

“Aunque esencialmente casi todo lo narrado en él pertenezca a uno de los periodos más controversialmente largos de nuestra historia como nación, del cual se sigue hablando y escribiendo mucho todavía”…

Y, lo define como:

“Una especie de cambio iniciático en mi intento, frustrado muchas veces, de alcanzar un renacimiento en mi corazón y en el corazón de cada miembro de mi familia”.
Empero este libro es más que eso. Es una ventana abierta a las familias que han callado su dolor durante décadas, no entendiendo que solo lo que se airea puede curarse.
Es una advertencia para que no se repita la tentación por las dictaduras y su corrosivo atractivo; para que ninguna niña o niño vea desaparecer a su padre en la vastedad de un mar que debe ser siempre verde/azul invitación a la plenitud de la existencia. Para que ninguna poeta transite por los vericuetos de una Ciudad Primada buscando con afán alguna huella que le hable del perdido primer amor de su infancia.
Creo que Sabrina ahora podrá escribir aquella novela sobre Europa con la que intentaba escabullirse de la palabra que ardía en su corazón con el fuego de un dolor vivo, y sumergirse en el celeste universo de todos sus mares.
Allá están las palabras, aguardando que las retorne a la vida; que la belleza aletee sobre el Leteo, ese río, entre la vida y la muerte, del que solo nosotras sabemos regresar, para retornar al intenso sabor marino del amar.

Porque cuando nuestras lágrimas saben a mar
Porque en el mar que nos conforma navegamos
Y su marea
-con o sin luna-
Amenaza con ahogarnos.
Cuando el bote en que transita
La fragilidad de la memoria
Encalla una y otra vez
En la rocosa pena de nuestras tragedias
La palabra tiende sus redes
Para salvarnos
Y es el libro una balsa
A la cual nos aferramos
Para llegar desnudas y renacidas
Al borde de un nuevo decir.
Marina foresta
Donde el poema
-nuestra única verdad-
Siempre aguarda.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas