Sacerdote está bajo indagación

 Sacerdote está bajo indagación

Bahoruco (República Dominicana) (EFE).- El belga Pedro Ruquoy, un sacerdote atípico, que ha sido apedreado y amenazado por defender los derechos de los dominico-haitianos, está en el centro de otra polémica por dar la paternidad a un niño de origen haitiano.  Mientras la Junta Central Electoral dominicana decidió investigar si el procedimiento por el cual declaró al niño como hijo suyo fue el correcto o si hubo alteración de documentos, Ruquoy se niega a hablar del tema y sólo dice a EFE que ése es un asunto «privado» y que se siente perseguido por grupos ultranacionalistas dominicanos.

El caso saltó a la luz pública después de que se publicara en la prensa un acta de nacimiento en la que el padre Ruquoy declara a un niño de ascendencia haitiana como suyo.

De acuerdo con el acta, el niño nació el 2 de junio de 1993 y fue declarado en agosto de 2004 como hijo de Pierre Louis (Pedro) Ruquoy y Mercedes Féliz.  En la declaración tardía, el sacerdote, de 53 años, se define como educador religioso y padre del niño declarado.

Entrevistado por EFE, Ruquoy se niega a hablar del tema, pero precisa que se considera un cura conservador que sigue los mandatos de la Iglesia Católica.

Su ejemplo es la vida de Jesucristo y por eso lucha contra la miseria y contra todo tipo de discriminación, racismo y, por tanto, anti-haitianismo, «con hechos y no sólo con palabras», asegura.

Ruquoy, que conoció en México la Teología de la Liberación, cumple el próximo 11 de noviembre 30 años en la República Dominicana.

El sacerdote denuncia que su vida está amenazada, ya sea por ultranacionalistas o por empresarios azucareros que no ven con buenos ojos que reclame los derechos de los cortadores de caña, en su mayoría haitianos o dominico-haitianos, y que los acuse públicamente de traficar con ellos para usarlos en el corte de caña.

«Lo único que estoy tratando es de estar preparado para cuando llegue el momento», afirma el sacerdote, que tiene a su cargo 18 comunidades de las provincias de Bahoruco e Independencia, en el suroeste del país.

Cuando escucha que distintos sectores nacionalistas le acusan de propiciar la anexión entre República Dominicana y Haití, Ruquoy se ríe y después se defiende diciendo que él sólo es un cura «de batey» (poblado entre plantaciones de caña de azúcar).

Añade también que su función no es proponer esquemas geopolíticos, sino defender los derechos de los más desfavorecidos, sin importar su nacionalidad. La mayoría de los pobladores de los bateyes son haitianos o dominicanos de ascendencia haitiana.

En la última zafra, que acabó el pasado septiembre, los cortadores de caña cobraban por un trabajo de 12 horas al día a pleno sol 80 pesos (2,6 dólares).

Casi todos viven hacinados en barracones de hormigón con techo de cinc, donde duermen hasta 25 en una misma habitación.

Un trabajo «de esclavos», como denuncia Ruquoy, en el que lo único que se cosecha son miserias y humillaciones.

Por eso, su casa que también es parroquia, situada en el Batey 5 es la casa «de todos», donde han llegado a dormir y comer hasta 50 personas que no tienen medios de subsistencia.

«Aquí hemos recibido lo que otros llamarían la basura de la humanidad, personas con VIH y Sida, enfermos de tuberculosis, huérfanos, ancianos…».

También a víctimas de la tragedia de Jimaní (suroeste), donde más de 400 personas murieron el año pasado por la crecida de un río en el suroeste del país.

 Personas que han sido olvidadas por las autoridades y por aquellos, como él los llama, que sólo se dedicaron en el primer mes a hacer «un turismo solidario» para luego abandonarlos a su suerte.

También a ancianos como el haitiano Cariés Luois, que después de cortar caña durante 50 años para una empresa azucarera dominicana, lo único que tenía en el bolsillo eran 2.000 pesos (unos 66 dólares), un pantalón, una camisa y un sombrero de ala ancha.

Ruquoy asevera que para él no hay dominicanos ni haitianos, que no diferencia por nacionalidad, que sólo lucha y seguirá luchando contra aquellos que se han aprovechado del sudor de los pobres.

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