Sacrificio cívico empañado por la corrupción

Sacrificio cívico empañado por la corrupción

Un sábado como hoy, hace 45 años, un nutrido grupo de militares, con más entusiasmo y arrojo que experiencia, decidieron ponerle fin a la situación política imperante en aquel entonces, controlada por un gobierno de facto, heredado como consecuencia del derrocamiento del presidente Bosch en septiembre de 1963.

Lo que ocurrió aquel sábado de abril fue una suma de improvisaciones, temores y entusiasmos, en que solo el gobierno norteamericano preveía lo que podría ocurrir por las lecciones de lo ocurrido en Cuba en 1959. Los militares constitucionalistas, bañados de pueblo, cometieron su primer error táctico al abrirle las puertas de los arsenales a grupos de civiles, muchos de los cuales, adoctrinados en las izquierdas, creyeron que la revolución dominicana estaba a las puertas.

Los primeros tres días del levantamiento cívico precipitó el surgimiento de muchos héroes, en especial por los desiguales enfrentamientos que se produjeron en la cabeza occidental del puente Duarte, cuando los tanques y tropas de San Isidro no pudieron avanzar hacia el casco urbano capitalino.

Para el cuarto día de la romántica revolución, que permitía descansar a la hora de la siesta y dedicarse en las noches a instantes de la bohemia, de repente chocó de frente con un poderoso enemigo en la forma de las tropas norteamericanas, que encabezada por su emblemática la 82 aerotransportada hicieron presencia en la parte occidental de la capital y avanzaron para establecer el famoso cordón de seguridad que tenía sus límites en la avenida Pasteur, calle Rosa Duarte, San Juan Bosco, San Martín y Amado García Guerrero hasta el puente Duarte.

La llegada de las tropas norteamericanas, que en mayo de 1965 tuvieron una presencia mucho más elevada a la que tenían en esos momentos en Vietnam, que entonces comenzaba el desarrollo de una guerra desgastadora, inspirada por el heroísmo y patriotismo del pueblo vietnamita, que en 1975, alcanzó la victoria.

La presencia norteamericana produjo en 1965 un reordenamiento de las fuerzas, y un respiro a las tropas leales a San Isidro, que así pudieron iniciar su operación limpieza de la zona norte y presionar a los concentrados en la Ciudad Colonial para protegerse de los ataques continuos y tentativas de ofensivas en grande que eran detenidas por razones políticas de las negociaciones en curso o evitar un mayor derramamiento de sangre.

Mientras, los capitaleños vivíamos en la incertidumbre de las acciones de limpieza de los francotiradores o de las amenazantes y modernas armas norteamericanas, el resto del país con excepción del conato insurreccional de San Francisco de Macorís, permanecía en calma con las poblaciones aumentadas por el éxodo capitaleño de numerosas familias atemorizadas por el miedo que se vivía en la capital.

La experiencia de los sacrificios de tantos valiosos jóvenes y de militares veteranos se puede decir que constituyó un sacrificio en vano al ver cómo 45 años después la sociedad dominicana está corrompida, asaltada por una crápula de ciudadanos más rapaces que la historia pudiera registrar y aumentada cada vez más por su poder impune para aprovecharse en el disfrute de las posiciones públicas ya fuera por elección o nombramiento, exhibiendo luego una riqueza y opulencia que para nada los avergüenza a ellos y sus familiares.

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