Sacudirse de la indolencia insular

Sacudirse de la indolencia insular

Fabio R. Herrera-Miniño

El Instituto Duartiano en una acción atrasada del patriotismo dormido empujó a millares de dominicanos el pasado sábado 6 a manifestarse soberanamente para demostrarle al mundo que no queremos ser absorbidos por Haití, que en silencio y sin pausas, avanza por todos los rincones de la parte oriental dominicana de la isla estableciendo sus bases para los asentamientos que pretenden haitianizarnos con sus costumbres, falta de higiene, creencias y convirtiéndonos en dependientes de sus ofertas de trabajo.

El sábado 6 de agosto marcó un despertar importante para revivir un nacionalismo que estaba por completo entregado a la complacencia de aceptar a unos nacionales de muy distinta conformación humana con sus creencias y procederes diferentes a las de los dominicanos.

No hay dudas que ese sacudimiento patriótico del sábado era necesario para retomar una decisión que siempre ha estado latente en el alma dominicana para sostener nuestra soberanía y creencias en Dios para no ser pretendidamente asimilados por una raza inferior. Esta tiene sus arraigos patrióticos sosteniendo un proceder envolvente que cada vez nos hace mas dependientes de esa mano de obra insular de occidente.

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Queríamos rehuir una verdad que nos atosigaba y arropaba. Nosotros los dominicanos nos despegamos de la tutela haitiana a partir de 1930 con la llegada del dictador Trujillo al poder. Después de 1937 el país comenzó a trazar su propio camino internacional dejando de depender de la aceptación de los haitianos a todos los niveles de la diplomacia internacional. Los dominicanos estábamos supeditados a la diplomacia haitiana mucho mejor preparada y culta que la criolla que emergía de sus orígenes rurales y era opacada por la de los haitianos dominando después de la II Guerra Mundial en los escenarios internacionales.

El empuje desarrollista dominicano a partir de la II Guerra Mundial hizo que los haitianos se volvieran dependientes de los dominicanos y nuestra capacidad de producción de bienes arropó a la débil economía haitiana que con sus malos gobiernos hundió la economía y desarrollo de ese país en una pobreza que se agudiza cada año del siglo XXI.

Con la marcha del sábado 6 la conciencia de los dominicanos se ha despertado. Era ya hora de un renacer del nacionalismo para que se incruste en ellas motivaciones criollas de soberanía de manera que aprendamos a no ser tan conformistas frente a la penetración haitiana que ya ocupa a plenitud varias zonas del oriente de la isla. Esto ha obligado a la Iglesia católica a ofrecer servicios litúrgicos en la Basílica de la Altagracia de Higüey en creole.

Es una masiva presencia extranjera en esa zona de gran desarrollo turístico y depende de la mano de obra haitiana en sus necesidades en la construcción como de servicio en las distintas áreas de los hoteles.

El Instituto Duartiano alarmado por la penetración haitiana indetenible dio en la diana con su llamado a la asistencia del pueblo al patriótico acto del pasado sábado. Esa es una bandera, que ya enarbolada, no puede replegarse. Ahora es necesario sostenerla en lo alto y aglutinar todas las voluntades que tenían su nacionalismo dormido y tan solo aguardaban el llamado patriótico para procurar un país libre de los países extranjeros tal como lo ha hecho desde 1844 hasta 1965.

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