Saddam: desde la cima del poder a un agujero de ratas

Saddam: desde la cima del poder a un agujero de ratas

BAGDAD (AFP).- Después de tres décadas en el poder, Saddam Hussein, que se consideraba un héroe que conducía a los árabes a la gloria, terminó capturado sin resistencia por los soldados norteamericanos en momentos en que se escondía en un subterráneo construido en una granja de su región natal, al norte de Bagdad.

El culto a la personalidad cultivado en torno al «gran dirigente», que no dudaba en compararse con Saladino, liberador de Jerusalén, y con el legendario Nabuconodosor de Babilonia, finalizó con la captura poco gloriosa de un «hombre cansado y resignado a su suerte», según Ricardo Sánchez, comandante de las fuerzas norteamericanas en Irak.

Saddam Hussein, que había prometido a los iraquíes «morir en este país y preservar nuestro honor, el honor que debemos a nuestro pueblo», se rindió sin resistencia y sin que se dispare un solo tiro.

El ex presidente iraquí apareció este domingo en un vídeo difundido por la coalición con el rostro cubierto por una espesa barba grisácea, los cabellos largos, la mirada perdida, aceptando calmamente un examen médico.

Esta captura puso fin a un poco más de ocho meses de búsquedas lanzadas por el ejército norteamericano, durante los cuales de vez en cuando aparecían grabaciones de Saddam Hussein llamando a los iraquíes a la resistencia.

La imagen de su desplome, la derrota sin resistencia que ya había sufrido en abril pasado su ejército del que tanto presumía, paralelamente al hundimiento del partido Baas, y esto asociado con la brutalidad del régimen, marcarán para siempre la historia de una vida tumultuosa.

Saddam Hussein, que nació pobre y luego vivió en grandes y extravagantes palacios, desafió más de una vez a Estados Unidos, la gran potencia.

Lo pagó con la derrota y la humillación, cuando sus estatuas fueron arrastradas por el barro y sus retratos desgarrados, manchados o quemados.

Saddam Hussein, que de 1980 a 1988 libró una sangrienta guerra con Irán y en 1991 sufrió la derrota de la primera guerra del Golfo, era sin embargo un maestro del arte de la supervivencia, según declararon algunos diplomáticos después de su nueva derrota en la segunda.

Su autoridad se afirmó en numerosos combates.

Estados Unidos inundó Bagdad de bombas y misiles en 1998. Otros misiles habían caído sobre la capital en 1996 y en 1993, pero Saddam Hussein siempre reapareció cantando victoria.

Washington y Londres acariciaron la esperanza de que un levantamiento interno le expulsara del poder, pero el presidente iraquí castigó cualquier intento sin consideración.

Aplastó levantamientos en el sur chiíta y el norte kurdo en la estela de la guerra del Golfo, después de haberse hecho un nombre, en su juventud, tratando de asesinar al presidente Abdel Karim Qassem en 1959.

Herido en la pierna, huyó al extranjero para regresar cuatro años más tarde y, en 1964, fue enviado a prisión, de donde escapó para reanudar su actividad clandestina para el partido Baas.

En 1968 participó en el golpe de Estado que llevó a este partido al poder y que marcó el inicio de su ascensión hasta convertirse en el hombre fuerte del régimen del presidente Ahmed Hassan Al Bakr.

Secretario general adjunto del partido, en 1969 Saddam Hussein fue nombrado vicepresidente del Consejo de Mando de la Revolución, la más alta instancia directiva, y siguió reforzando su poder.

En 1979 acumulaba los cargos de jefe de Estado, secretario general del Baas y presidente del Consejo del Mando de la Revolución.

Saddam, que no toleró ninguna disidencia, practicó con frecuencia las purgas y envió a los opositores al exilio o al cementerio. Alentó la delación y ejerció un control férreo sobre los medios de comunicación.

«Moriremos aquí. Moriremos en este país y salvaremos nuestro honor, el honor que debemos a nuestro pueblo», había declarado cuando en los norteamericanos lanzaron hace nueve meses la ofensiva final contra su régimen.

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