Javier Albisu. El científico español Asier Sáez-Cirión, que acaba de presentar en Vancouver el esperanzador caso de una paciente que ha controlado la infección del Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) sin medicarse durante 12 años, cree que “estamos en un momento clave en la lucha contra la epidemia».
“Si todo el mundo infectado es diagnosticado y tratado, podemos frenar la epidemia”, explicó hoy en una entrevista con EFE Sáez-Cirión, responsable de investigación en el Instituto Pasteur de París.
Se ha cumplido el ambicioso objetivo de tener a 15 millones de pacientes en tratamiento en todo el mundo, especialmente gracias al mayor acceso a los medicamentos en los países en desarrollo, pero “hay que tratar a otros 20 millones de personas más».
La nueva meta es el 90-90-90, es decir, 90 % de casos diagnosticados, el 90 % de ellos tratados y que el tratamiento se demuestre eficaz para el 90 %, resume.
“Si eso ocurre, la epidemia de VIH estaría completamente terminada para 2030”, augura Sáez-Cirión, que considera que “la epidemia empieza a controlarse porque en los países en desarrollo tienen un acceso (a los fármacos) que antes no tenían».
Mientras, en los países más avanzados y con mejores servicios médicos, se constata un “rebrote” de los niveles de infección porque el VIH ya no se percibe como una enfermedad mortal y se baja la guardia, lamenta.
“Existe una relajación en las campañas de información y prevención. Hubo un tiempo en el que fue una prioridad absoluta y esto ha desaparecido, también en materia de educación sexual en los colegios”, incide Sáez-Cirión (Portugalete, 1975).
El caso presentado por el científico vasco esta semana en la reunión anual de la Sociedad Internacional del Sida es el de una joven de 18 años que se contagió al nacer y que dejó de tomar medicamentos antirretrovirales cuando tenía seis. Doce años después, los resultados son esperanzadores.
“El virus está en su genoma, pero no consigue multiplicarse. Existe un control de la infección increíble”, dice Sáez-Cirión, licenciado en Bioquímica y doctor en Biofísica por la Universidad del País Vasco (UMP).
Comenzó su carrera en la Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, ya orientando sus investigaciones hacia el VIH, antes de recalar en el Instituto Pasteur en 2003 con la intención de “buscar pacientes o grupos de pacientes que pudieran haber mostrado signos de resistencia al virus».
En 2013 participó en el “estudio Visconti”, que analizaba a pacientes que, tras ser sometidos a una terapia antirretroviral durante tres años desde poco después del contagio, fueron capaces de controlar la infección durante una media de 10 años sin necesitar los medicamentos.
Ese mismo año se conoció el caso del llamado “bebé Misisipi”, un paciente de EE.UU., que logró controlar la remisión de la infección sin medicamentos, aunque solo durante 27 meses.
En paralelo, el equipo de Sáez-Cirión buscó en una base de datos de pacientes franceses desde 1986 para ver si encontraban más casos que presentaran algún tipo de resistencia natural al virus. Y dieron con la joven que parece haber confirmado lo que sospechaban los científicos- que existen pacientes cuyo organismo logra mantener a raya el VIH.
“Claramente ha sido el efecto del tratamiento y el haberlo mantenido durante tanto tiempo”, dice. Pero ese estudio ha revelado aún más cosas. Por ejemplo, que en los dos episodios en los que no se le administraron correctamente los medicamentos “el virus se multiplicó muy rápidamente».
“Todos los casos de remisión que hemos estudiado tienen en común que se inicia el tratamiento muy poco tiempo después de la infección, además de otra serie de factores como que a menor tiempo de tratamiento menor es la efectividad o los problemas que aparecen si este se interrumpe”, agrega.
Sáez-Cirión calcula que solo entre el 5 y el 10 % de los pacientes tiene predisposición para controlar el virus, por lo que insiste en que “no se recomienda interrumpir el tratamiento».
“El tratamiento que tenemos es muy eficaz. Ha salvado millones de vidas y salvará millones más”, subraya.
Su objetivo ahora es determinar “cuáles son los mecanismos de control si no hay tratamiento, establecer si estos están determinados genéticamente y lograr identificar y desarrollar terapias». Además, aspira a encontrar “marcadores predictivos para seleccionar a los pacientes a los que se les pueda recomendar abandonar el tratamiento».
El diagnóstico y tratamiento precoz, en cualquier caso, es siempre positivo para el paciente pues permite liminar las células infectadas y su efecto en el sistema inmunitario, advierte Sáez-Cirión.