Sagacidad permanente

Sagacidad permanente

He recibido un ejemplar de la revista “Ciencia y Desarrollo”, órgano de divulgación científica de la Universidad Católica Tecnológica del Cibao (UCATECI). Me llega por cortesía del doctor de la Cruz de los Santos, Vicerrector Ejecutivo de la Universidad. En este número de la revista aparece un escrito de Alfredo Rafael Hernández Figueroa MA, docente y coordinador del área de Ciencias Sociales de la Facultad de Humanidades de UCATECI. Su trabajo se titula: “Haití: revoluciones e intereses en República Do minicana”. Es un estudio interesantísimo, de “candente actualidad”, a pesar de que abarca el siglo diez y nueve y buena parte del siglo veinte.
Del resumen que precede al trabajo copio las primeras líneas: “Haití como nación ha desarrollado una serie de habilidades para asegurar su existencia, aliándose a la República Dominicana cuando ha sido necesario proteger su soberanía ante la amenaza de una potencia extranjera. Del mismo modo, si bien renunció a su reclamo territorial sobre la RD por la vía militar, ha recurrido a una serie de subterfugios, con tal de agenciarse territorios nuestros. Su intervención en la política dominicana ha sido permanente, aprovechando cualquier oportunidad para obtener beneficios a costa nuestra. A comienzos del siglo XX realizó ataques combinados con fuerzas rebeldes dominicanas protegidas allá, y siempre dio la apariencia de neutralidad en el plano de la diplomacia internacional”.
En las referencias bibliográficas utilizadas por el autor figuran: gacetas oficiales del año 1899, documentos de la legación dominicana en Washington, desde 1907 hasta 1915; así como otros papeles del Ministerio de Relaciones Exteriores. Al concluir su investigación, Hernández Figueroa nos dice: “En estos días, que República Dominicana está siendo víctima de una conjura internacional -con las grandes potencias que no quieren a los haitianos en su territorio-, con la complicidad de sectores internos, desconocedores de nuestra historia, es bueno presentar algunos episodios demostrativos del permanente interés y sagacidad de los haitianos para extender su territorio…”.
Finalmente, afirma: “Los dominicanos no tenemos la culpa de su guerra racial interna que ha colocado a los mulatos como sustitutos de los blancos, como propietarios agrícolas, como élite profesional y como clase política dominante. Y esos mulatos son quienes más discriminan a los negros…”. Merece ser leído íntegramente.

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