Mientras Herminio echa ‘una pavita’ y aprovecha para descansar, Píndaro –travieso al fin-, sale sigilosamente de la casa a dar una vuelta al vecindario… No hace nada más que salir cuando da un tropezón con un montón de basura que se ha ido acumulando en la calzada… Su cara se transforma… En la acera de enfrente, ‘un vivo’ –porque pareciera que los demás estamos muertos y no hacemos nada-, le ha dado con estacionar carros para ser reparados y pintados, adueñándose del espacio que nos pertenece a todos los peatones… Curioso al fin, Píndaro escucha comentarios del juego estratégico que se acaba de aplicar al tantear a la población con medidas que, bajo el nombre de ‘Reforma’, se dio lo esperado… Los estamentos de poder se han dado cuenta que son ellos mismos los que tienen –necesariamente- que cambiar su esquema… Han olvidado que esa palabra tiene una aplicación –que no es simplemente una ilusión-, a la que se le llama ‘Reformatorio’… ¿Y qué es un Reformatorio? Es una institución en la cual se tiende a impulsar cambios en los que allí se encuentran ‘cobijados’, viviendo a costa de los demás.
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Píndaro se ha quedado de una sola pieza al escuchar a un grupo de ciudadanos expresarse como si fuera en su propia casa… “Llegó el momento en que cada uno de esa gente que anda viviendo de nosotros –le dice uno al otro-, cambie y se aplique lo que prometió… ¿Cómo es posible –se preguntan-, que todavía se les tenga aprobado millonarias sumas que parecen un cuento de hadas madrinas que sólo ellos se lo creen, pero que todos sabemos que no es sólo un ‘barrilito’, sino un barril sin fondo? ¿Cómo es posible que se escuden en que ese dinero que reciben ‘del cielo’ se diga que es para ‘bien social’ en sus comunidades?”… “Y eso -exclama otro de los contertulios-, que algunos tienen hasta tres vehículos de alta gama en sus casas, mientras se aprieta sin piedad a los pequeños empresarios con el concebido anticipo?”… Otro de los que se han acercado al grupo del barrio, levanta su mano derecha y apuntando su índice hacia el firmamento, exclama “¡Quienes tienen que amarrarse el cinturón son los mismos que, mientras se leía la nueva Constitución para ser votada y aprobada, estaban en chercha… Sólo les faltó tener unas mesas de dominó para echar unas manitas”.
Mientras Píndaro ha tenido que detenerse en plena vía pública para escuchar todas esas expresiones, Herminio ha estado soñando que la ética –palabra extremadamente utilizada por conveniencia, pero realmente poco conocida-, algún día pueda ser aplicada –ya que cada uno de los que viven del cuento político –que mucho se parece al del Lobo y Caperucita-, parece que la tienen bien guardada y escondida en ‘sus cajas fuertes’ privadas… Un sueño que desde hace muchos años siempre le acecha cuando va a entrar a la profundidad del ronquido… Y es precisamente ahí donde se despierta! Abre sus ojos, se los frota con su mano derecha y suelta un prolongado bostezo. Mira a su alrededor y es cuando se da cuenta de que su alter ego ha tomado las de Villadiego para hacer de las suyas… Rápidamente se enfunda en unos kakis y calza unas chancletas para asomarse a la puerta que abre rápidamente… Fija su vista en el ambiente y, allí al frente, alcanza a ver a Píndaro boquiabierto y perplejo… Le hace una seña ordenándole que regrese… Todavía sin salir de su asombro, da media vuelta e intenta cruzar la calle…
La mañana ya ha entrado en sus buenas y ‘la plaga’ de motoristas se ha adueñado de la vía.. Para poder llegar hasta su casa de enfrente, la irresponsabilidad ha dicho presente y tiene que esperar hasta que la velocidad de los deliveries, de los mensajeros, de los carros públicos y de otros desaprensivos más, le permitan poner su pie y empezar a correr hacia donde le esperan ya… ¡Por poco me matan –exclama Píndaro-, pero no me refiero sólo a los que se han hecho dueños de la vía, sino a los comentarios que escuché mientras tú dormías –le refiere a Herminio-… Si aquellos que están ahí cobrando de nosotros para ‘manejar la cosa pública’ no se dan cuenta de que siempre hay un mañana, esa puede ser una incógnita que todo el país tendrá que desvelar… una incógnita que, como buen dominicano, motive a exclamar: ¿Salgo pa’fuera?”.