Saliendo por la puerta para entrar por la ventana

Saliendo por la puerta para entrar por la ventana

Así decía Pierre Chaunu, sacerdote, antropólogo y catedrático de La Sorbona, refiriéndose  al “mal”, a lo que nos parecen descuidos de Dios. Tal afirma Chaunu en su muy leída, estudiada y discutida obra “La violence de Dieu”.

   Goethe, en sus Conversaciones con Eckermann, escribía que le repugnaba la violencia porque “todo lo que se produce por saltos es contrario a la naturaleza”.

   Creo que tiene toda la razón.

   Me dirán: ¿Y la revoluciones, los cambios de sistemas políticos?

   Pues resulta que no se producen bruscamente. Son resultantes de una acumulación de males que en cierto momento surgen en luces crepusculares para luego acoger el calor del pleno sol de mediodía, con la necesaria fuerza para expresarse enérgicamente.

   Tengo una posición  inquietante.

   En las “campañas políticas” los aspirantes presidenciales, los que buscan cruzar su pecho con “la ñoña”, ofrecen de todo, algo de lo posible y mucho de lo imposible. Pasa en todas partes.  En los Estados Unidos se está viendo el caso. Los detalles están  publicados en sus propios medios.

    Tito Livio en su historia (Ab orbe condita) dice que Lucio Tarquino (seis siglos a.C.) fue el primero en usar la técnica de las grandes ofertas “para obtener el apoyo de la plebe”. Con el tiempo, el área se ha ensanchado, se ofrecen beneficios a mansalva.

    Se ofrece de todo a todos… y mucho… y pronto.

    Debido a los restos de una tradición en el sentir, muchos dominicanos dicen  arrogantemente, que lo que aquí ocurre de malo “no se ve en ninguna otra parte del mundo, sólo aquí”, lo cual es una de las pocas cosas que me dan rabia, por la duplicidad de una semicultura a conveniencia, ya que esos denigrantes de lo nacional hacen  fortunas aquí, aprovechándose de los desórdenes y “travesuras” en el manejo de los recursos públicos, y salen luego a disfrutar sus riquezas, fruto de ese desorden  y difícilmente realizables en países donde son inflexibles las instituciones recaudadoras de impuestos legales.

        Cuando poderosas naciones enfrentan estrecheces y se cuidan de una catástrofe financiera con la alertidad electrificada de una fiera ante un gran peligro, parece que aquí la economía anda muy bien,  sin tropezosas piedras o pedruscos en el camino. Pero sentimos una falsedad: los que tenían mucho tienen mucho más, sin trabajar honradamente. 

Los que transitaban pobreza extrema, se hunden en el hediondo pantano de  indigencia. Los más beneficiados se alivian con “tarjetas” que les permiten acceso a una protección gubernamental que les autoriza a comprar a precios más bajos alimentos y medicamentos en puntos establecidos por el Estado.

   Este tipo de ayuda no es lo que se requiere, aunque no dudo de la intención paliativa.

   Se requiere ordenamiento en el sistema social. Se requiere estabilidad sensata y sólida.

     En una carta de Simón Bolívar a Guillermo White, fechada 1820, el Libertador escribía: “Sin estabilidad, todo principio político se corrompe y termina por destruirse”.

    Como Goethe y Chaunu, no creo en saltos, en que todo se resuelva con un nuevo gobierno acelerado e impaciente que no tenga en cuenta que, si no se hacen las cosas bien: “Lo que se saca por la puerta, entra por la ventana”.

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