WELLINGTON ASCANIO PIETERSON PIETERSZ
En los últimos dos meses se ha recrudecido de manera alarmante e inusitada una embestida de actos delictivos y de criminalidad contra la sociedad, de manera total. La gente tiene temor de transitar por las calles para no ser víctima de la violenta acción de quien les pueda arrebatar sus pertenencias.

Cuando se sale a las calles no hay lugar seguro en la ciudad. El delincuente asecha y el crimen está pendiente sobre nuestras cabezas. Hay una ratería vulgar que sin planeamiento alguno usa la fuerza bruta, y con violencia maltrata físicamente a su víctima, y sin piedad está dispuesta a matar.

El delito y crimen organizado, calculador, que dispone de amplios recursos, está más peligrosamente presente en el menú del delincuente.

Toda una ofensiva general del crimen que revela a un delincuente profesional, con técnicas modernas e innovadoras.

A esta ola criminal hay que buscarle una rápida, correcta y justa explicación y solución. Además, esta efervescencia delictual se desarrolla en la geografía nacional y acude directamente a los hogares dominicanos, llenando de intranquilidad a toda la familia.

Conocemos los esfuerzos que la actual administración de gobierno está haciendo con el Plan de Seguridad Democrática, con la participación de representantes de la comunidad, juntas de vecinos y demás, y el proyecto de Barrio Seguro, con la tendencia a cubrir mayor cantidad de barrios en la ciudad y el interior del país. De lo que se trata ahora es de fortalecer y ampliar este esfuerzo, como una iniciativa de todos por el bien de todos con una participación mayoritaria de la población.

Barrio Seguro es una iniciativa de las autoridades que las comunidades barriales deben fortalecer y ampliar sin dilación. Es necesario que los vecinos unifiquen sus voluntades para crear equipos de vigilancia en todas las zonas a nivel de cuadras, con la discreción de lugar para que los delincuentes no detecten su presencia, y tener a mano la vía de comunicación con los medios policiales de seguridad. Todo el mundo se conoce en el vecindario y es fácil de ubicar la presencia de gente extraña en el área. El barrio es realmente seguro cuando la ciudadanía se integra en su defensa, porque es ella quien mejor lo conoce y a quien más le conviene. Creemos que este es el componente más importante. Los delincuentes son como los ratones, si los cercas se mudan de barrio y son muchas sus cuevas y múltiples sus escondrijos. La ciudad tiene cientos de barrios, por eso Barrio Seguro debe ser un modelo a seguir con el concurso de toda la estructura institucional del Estado y sus recursos. Es una magnifica ocasión para la organización y disciplina del pueblo y para el desarrollo colateral de iniciativas de índole cultural, educativa, deportiva, laboral, religiosa, que sirvan a la creación de un ciudadano (a) más sano e integrado a la construcción de una sociedad más justa, más democrática y más participativa.

Presumimos que detrás de esta embestida se encuentra agazapada una gran mano criminal planificando y programando el quehacer delictivo, para dañar la obra de bien común en un país lleno de pobreza y de flagelos que lo atormentan, como la droga y el crimen.

Este es un país de altos índices de desempleo, nuestra deuda social es de las más altas del mundo, alto porcentaje de analfabetismo, problemas de salud, de educación, de grandes mayorías en condiciones extremas de pobreza y yo me pregunto ¿Es la delincuencia la respuesta? No se puede cargar la respuesta a la pobreza, pero ciertamente las condiciones de vida en que se desenvuelve la gente es un caldo de cultivo que condiciona su comportamiento social. Sin embargo, a pesar de su pobreza la gente de los barrios son de mente sana, condenan y detestan el crimen. Por ello es importante desplegar actividades culturales, educativas, laborales y otras, y crear mecanismos que integren a los moradores para elevar su autoestima y la visión que todo ciudadano debe tener de cara al presente y al futuro.

Son muchas las interrogantes que se pueden formular a propósito de este desborde de delincuencia al inicio de una campaña electoral congresual y municipal tan llevada y traída y en las que un sector de la oposición enarbola la delincuencia como una cuestión de su crecimiento ahora y no como una secuela de anteriores condiciones de crisis heredadas de la anterior administración de gobierno y de anteriores administraciones, porque la pobreza no nació ayer pero el irresponsable manejo de los asuntos del Estado ayer sí tienen que ver con el deterioro de la calidad de vida de hoy y el acelerado crecimiento de la delincuencia ahora.

Podríamos considerar el actual desborde de violencia como una posible respuesta contraofensiva del narco desesperado, ante la campaña certera de la DNCD y demás cuerpos de seguridad contra la droga y su tráfico, la creación de condiciones para la búsqueda de paraguas políticos protectores para  el futuro.

Obviamente tenemos que entender que las debilidades generales del sistema, de sus instituciones y lo frágil de la organización social y política ,condicionan de modo fundamental la respuesta que en lo inmediato habría que dar a este desafió a la sociedad.

Dar palos a ciegas conduce a errores y situaciones peores, quizás ése sea el anhelo de los insensatos, el cuestionamiento que se hace del nuevo Código Procesal Penal y cargar aéste la responsabilidad compartida con la ola de violencia nos parece una irreflexiva y desubicada visión de la realidad. El mal no está en la sabana. Que se aplique bien lo que está en el Código, que representa un espíritu de justicia más apegado a la Ley que a la decisión arbitraria o antojadiza de un juez prejuiciado o en el limbo.

Se quiere sacar ventajas a la difícil situación que atraviesa el país en lo económico, social, aprovechar la coyuntura política electoral, el status de la oposición y demás.

Llamamos la atención porque ahora lo más importante no es sacar ventajas politiqueras como objetivo de campaña, sino salirle al frente a la delincuencia.