Sally Rodríguez: la voz de la razón y la verdad en la poesía dominicana

Sally Rodríguez: la voz de la razón y la verdad en la poesía dominicana

Sally Rodrigue

Sally Rodríguez es la voz de la razón y la verdad en la poesía dominicana, que hermana con los textos de Sylvia Plath. Ambas hablan del mismo vacío de conciencia. Por eso debemos preservar la buena poesía de los buenos poetas y celebrarla mientras estén vivos. Ahora es el momento de apreciar la bondad en el corazón de los textos de Sally Rodríguez y observar su vacío consciente.

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MIRIAM VENTURA
miralven@aol.com


Animal Sagrado (2013), el volumen de Sally Rodríguez que reúne sus libros Luz de los cuerpos, Diálogos sin cuerpos y La llama insomne, es una joya y debe tratarse como tal. Hay mensajes carnales dentro de Sylvia Plath como en toda gran poeta. Las buenas obras deben tener un sentido de carne conceptualizada. La poesía de Dante Alighieri es un excelente ejemplo de esto con la imaginería del Infierno fluctuando en La divina comedia.


Actualmente la mayoría de las poetas dominicanas abordan la carne a nivel hormonal y político. En otras palabras, aluden a un estereotipo sexual que solo sirve como auto valoración y suscita un mensaje secundario sin una verdadera auto agencia para su poética, excepto para un movimiento político o social.

Eso está reforzando el sexismo en lugar de su propia liberación. Tanto Rodríguez como la norteamericana Sylvia Plath expresan algo mucho más profundo, hermoso y encantador que los mensajes enviados por poetas hipersexuales con orientaciones y motivaciones sociopolíticas, o la manida poesía erótica.


Está bien enamorarse de la escritura de un poeta sin que se obligue a los lectores a convertir el amor en lujuria, pero, de hecho, en el circuito poético de Rodríguez ya hay lujuria. Un deseo de leer más de lo que tienen que decir poetas como Rodríguez y Plath. Sin embargo, solo hay una cantidad finita de obras de Plath, pero puede haber más de Rodríguez.

En “Salvajemente vivo y unido” Rodríguez recuerda la importancia y el orgullo de ser caribeña; sobre todo, porque la palabra “Caribe” se corrompió para significar también salvaje o caníbal, lo que implicaba la retórica racista del Imperio español en su momento. Celebrar la unidad y la vida con un salvajismo poético es un medio que la poeta metafóricamente toma para sí, combatiendo el odio con amor.


En el poema “Trillos del tacto” (pág. 100) compara la piel humana con la de un árbol. Piel con tacto, sirve para tocar y sentir igual que la raíz del árbol. Y la piel es parte de la raíz de una persona. Refiriendo a estar salvajemente vivos y unidos, con plenitud ella evoca la raza como parte de la piel y la piel como parte de la raza.


La frase más potente en la última línea del poema “Salvaje”, alude a la retórica española racista de tipificar a los indígenas de las Antillas, es decir los Caribes, como salvajes y subhumanos. Usar dicho concepto con valor de esperanza y adherir positividad a la palabra sin caer en racismos, es admirable en la poética de Rodriguez. Ese manejo suyo, con respecto a la palabra, el entorno y la naturaleza recuerda al William Blake de “Un árbol demoníaco”.


De Sylvia Plath la autora de Animal Sagrado trae el tono de alguien que conversa directamente con una segunda persona soslayando algún misterio. Es decir, como la de Plath, la poesía de Sally es confesional al estilo de la producción del movimiento joven de la poesía norteamericana surgido a partir de 1959 con la publicación del poema “Heart’s Needle” (aguja del corazón) de William Snodgrass. Pero es M. L. Rosenthal quien mejor describe este movimiento al afirmar que es un tipo de poesía donde la poeta detalla y resuelve en el texto, su propia psiquis. En el poema “Oración” Sally Rodriguez habla con alguien que es “el nadie”, le habla al vacío.


Dante Alighieri desarrolló una forma de escribir poesía que, ojo, no es única, pero el concepto de las pestes corporales, los símbolos y el cuerpo como parte de la estancia de la poética, que acerca a Sylvia Plath, o viceversa, al tono renacentista de Rodríguez. En parte, Sally habla de un tipo de carne donde del pulmón del verso emana aliento suficiente para no llegar a la zona nebulosa donde grandes poetas sacrifican su poética.

En el poema “Oración”, por ejemplo, dice: “Señor, todas mis hojas han caído / Toma este corazón recógelo en tus manos (pág. 74). Ese poema alude a la esperanza, porque al final de cuentas está hablando con Dios.

Aquí Sally habla con Dios, como lo hizo Plath, como lo han hecho otras poetas coetáneas suyas o influenciadas por Plath. Solo que la autora de Animal Sagrado no cuestiona la existencia de Dios, ni la de ella. Los conflictos con el progenitor y la conversación con el vacío, con la nada, con el ser, es difícil manejarlo poéticamente, pero tanto Sylvia como Sally lo manejan intelectual y poéticamente. La diferencia es que Sally Rodríguez, contrario a Sylvia Plath, no deja que Dios renuncie a ella.

Ese vínculo religioso está relacionado con los dilemas espirituales que eventualmente enfrentan muchos poetas. En ese orden, el poema “Oración” de Sally Rodríguez es fascinante, pues denota a una autora que aún tiene esperanzas de hablar poéticamente con Dios. Estos puntos convocan a salvaguardar la poesía de Sally Rodríguez, una poesía de la que hay que estar pendiente, siempre.

Los buenos poetas son como los dioses, o al menos respiran algo divino. La palabra inspiración proviene del griego suspirar por dentro, lo cual es normalmente imposible, excepto si otro ser respira por ti. Y en tiempos de los dioses griegos se creía que el artista tenía un dios por dentro respirando por él. De ahí la palabra inspirar, la inspiración. Eso es lo que veo en los textos de Sally Rodríguez.

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