Salsa desde mi balcón

Salsa desde mi balcón

POR ALEXIS MENDEZ
En principio, la orquesta de Johnny Pacheco me confundía. Los más jóvenes decían que era salsa, mientras que para los mayores era son. Y para mí era un lío. En mi casa había varios discos de la Sonora Matancera, y uno, que recuerdo tenía la foto de un señor negro tocando trompeta. Este decía «Chapotín y sus estrellas». Luego supe que tuve en mis manos un LP de uno de los mejores trompetistas cubano del siglo XX, el legendario Félix Chapotín.

El conjunto de Chapotín era una continuación del grupo de Arsenio Rodríguez. Arsenio abandona su gente, en el 1951, y se embarca a Nueva York. Se dice que el famoso «trecero» iba en busca de una cura para su ceguera. En Nueva York fue participe de la ola latina que allí imperaba y que fue precursora del movimiento de la salsa. Chapotín, por su parte, reorganizó a los músicos que Arsenio dejó en cuba.

Sentía mucho parecido entre las orquestas de Félix Chapotín y la de Pacheco. Sus cantantes más conocidos, Monguito «El Único», Pete Conde Rodríguez, y Héctor Casanova, se podían identificar con facilidad. Cada uno tenía su personalidad, pero su común denominador era la influencia que había ejercido en ellos el canto de Miguelito Cuní, vocalista de la agrupación de Chapotín, y sonero extraordinario.

Con el tiempo fui afianzando aquellas presunciones. Fui encontrando a Pacheco y sus cantantes con versiones de temas ya hechos por el grupo de Chapotín: «Para bailar mi rico son te tienes que quitar el Chaquetón». Eso lo había escuchado en el Long Play de Chapotín y luego lo descubrí en un disco que tenía mi tío, titulado «Pacheco Presents Monguito» (Pacheco presenta a Monguito, LP341). Me estoy refiriendo al disco número 8 de Johnny Pacheco con el sello Fania, en el que el famoso director lanza a Monguito como solista.

El tema Convergencia que por primera vez escuché con Pete Conde Rodríguez, había sido grabado por Miguelito Cuní, fuera de la orquesta de Chapotín. Es mucho el parecido de ambas versiones, a pesar de que la de Cuní está acompañada por un Septeto, y la del Conde tiene la instrumentación de un conjunto.

En el caso de la Sonora Matancera, esta era la agrupación cubana más influyente dentro y fuera de la isla, y Pacheco que buscaba rescatar la tradición, en medio de aquella revolución, acogió su legado, el cual se advierte en el disco Recordando el ayer junto a Papo Lucca, Justo Betancourt, y Celia Cruz, que había grabado con la Matancera. En este disco se renuevan temas como «Besito de coco», y «El Yerbero moderno». Este último fue un éxito de Celia, tanto en la versión hecha con la Matancera, como en la renovada para este proyecto.

Estas influencias que dio a conocer Pacheco, a partir de 1964, año en que adopta el formato musical de conjunto (Dos Trompetas, Piano, Bajo, Bongó y Cencerro, Conga y Guiro), no me indicaban que su estilo era una copia fiel de aquellos maestros cubanos. Había una diferencia, una línea divisoria que colocaba aquel sonido típico del lado del movimiento de la salsa. Y es que antes de tener un conjunto, el flautista de Santiago de los Caballeros dirigía una charanga, y con esta se vio involucrado en la fiebre que azotaba a Nueva York en los primeros años de los 60. Me refiero a la pachanga, que enloqueció a los latinos de Nueva York, entre 1960 y 1964.

La pachanga era un antecedente cercano de la salsa, que le dejó como legado su característica principal, el desenfado y la agresividad en la ejecución.

Enrique Romero, en su libro «Salsa, el orgullo del barrio», describe la pachanga con exactitud y nos da la causa de su corta vida: «El propio carácter de la pachanga fue también su extremaunción. Murió con sólo cuatro años de vida, pues estaba enferma de rabia y su ritmo tenía una temperatura superior a la soportable».

A pesar de haber abrazado el estilo típico, Pacheco traía una energía que adquirió con la Pachanga. Por más conservadora que se haya manifestado su música, la gallardía también le brotaba. Ahí estaba, en el énfasis de sus coros, y en aquellas trompetas que iniciaban arrebatadas, piezas como «Tres día de carnaval», o «Las Muchachas».

Esa es la línea divisoria. Por más típico que sea su sonido, y creo que lo es, la orquesta de Johnny Pacheco también fue agresiva.

Aquellos que han podido ver a Pacheco en escena tienen que haber notado su rabia, la misma a la que Enrique Romero se refiere cuando habla de la pachanga. Esta se nota desde las primeras notas hasta la forma de moverse en las tablas: Marca, toma el guiro, participa en los coros, suelta el guiro y toma la flauta… Un día, mi amigo Macho, el sastre, me comentó que sudaba cuando veía a Pacheco en escena.

(Pronto volveré con más rabia, con más salsa… desde mi balcón).
programamusicamaestro@yahoo.es

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