Salsa desde mi balcón

Salsa desde mi balcón

POR ALEXIS MENDEZ
Más consideraciones. No pude ser testigo de «la gozadera» de los años 70, de aquella época dorada que desde Nueva York y el Caribe se extendió por gran parte del mundo. Apenas tenía 2 años cuando las Estrellas de Fania, se presentaron en el Estadio Olímpico de Santo Domingo, en 1974. No obstante, recopilé aquel pasado no vivido, y a los 8 años me convertí en el más apasionado de los rumberos.

Con la ayuda de mi tío Wilfredo, poco a poco aprendí a identificar las más importantes orquestas de Nueva York y Puerto Rico con los estilos que protagonizaron aquellos tiempos de gloria. Fui del todo a la parte. Primero me apoyaba en la memoria, que guardaba algún timbre de voz o tumbao. Luego pude descifrar y encontrar detalles que diferenciaba una banda de otra.

Al escuchar un trombón pensaba en Willie Colón. Willie fue el portavoz de una juventud que habían nacidos en la gran urbe. La vida de estos se bailoteaba entre un «Niño ven acá» de la madre y un «Come on be here» de la Teacher (profesora), entre las frituras que cenaban en la casa, y las pizzas, Hamburgues y Colas de la calle.

Con el trombón se representó aquel marco social, aquella rebeldía. Más que un instrumento de moda impuesto gracias a la popularidad de Willie, el sonido grave del trombón significaba la irreverencia y el sentimiento bravo de una generación que se alzaba ante el rechazo de la mayoría. Aquel estilo desenfadado de Colón estuvo acompañado de las crónicas del barrio… «Mete la mano en el bolsillo/ saca y abre tu cuchillo y ten cuidao… Estas historias eran cantadas por Héctor Lavoe, prototipo del otro joven latino que vivía en Nueva York, el que dejaba su país e iba en busca de sueños, y en la búsqueda tenía que ser «Guapo» para sobrevivir.

Me gustaba escuchar los trombones de Willie, con un Bongó que repicaba a tiempo, y la «la cáscara» del Timbal bien acentuada. Ese era el sonido del barrio. De Héctor vivía fascinado por las cosas que cantaba. Estoy seguro de que el éxito que juntos alcanzaron se debió, en gran parte, a que cada joven neoyorquino se veía retratado en uno, o en el otro.

Aunque mi tío aprobaba mi teoría, la que ubica a Willie como el representante de aquel estilo duro, me recordaba que antes estuvo Eddie Palmieri y su orquesta «La Perfecta» enarbolando la rebeldía. El Trombón de Barry Roger fue el catalizador de aquel antecedente, y Eddie fue uno de los grandes diseñadores de la Salsa (eso ya lo había dicho antes), aunque este se rehusaba a aceptar el término salsa. Decía que su música era cubana, y nada más.

No obstante, sentía una gran diferencia entre la dureza musical de Eddie y Willie. A pesar de sus Trombones, la propuesta de Palmieri traía un aire concertista. Él emulaba a los pianistas sinfónicos. Además, sus combinaciones de ritmos afro antillanos y jazz demandaban arreglos más acabados. Era el músico por excelencia, el preferido por los mismos músicos.

Colón, por el contrario fue perfeccionándose sobre la marcha. En su primera etapa profesional, presentaba arreglos sencillos. Su Salsa era más cruda, como la realidad del latino en La Gran Manzana. La música de Willie Colón era parecida a la que se hacía en las esquinas del Spanish Harlem (el barrio latino de Nueva York). Y es que era más novata que la de los demás. Por eso los más jóvenes se identificaban con este color: Bravo y fácil de ejecutar y asimilar.

(Esto debe continuar, faltan más estilos… La rumba apenas comienza).

Publicaciones Relacionadas

Más leídas