Salsa desde mi balcón

Salsa desde mi balcón

POR ALEXIS MÉNDEZ
El pasado viernes, 26 de octubre, se cumplieron 34 años del segundo concierto de las Estrellas de Fania. Aquel jueves memorable de 1971 es considerado por muchos melómanos y musicólogos como el nacimiento de la salsa, la cual venía engendrándose desde los tiempos en que se dio el sincretismo que delineó la cultura caribeña. Esa es la salsa, cuya materia prima son los ritmos cubanos, y a la que luego se le fue añadiendo más ingredientes que la fueron enriqueciendo.

Pero también es la misma que otros niegan, porque para ellos solo es música cubana, la cual fue plagiada inescrupulosamente, primero por músicos latinos nacidos y residentes en la ciudad de Nueva York, y otros de diferentes puntos del Caribe, Centro y Suramérica.

Esta última es una tesis sustentada, tanto por cubanos del exilio, como de la isla. Es uno de los pocos puntos que en algún momento los ha hecho coincidir, y que los ha llevado a emitir expresiones desaforadas como el hecho de considerar a aquellos músicos, que llenaron de júbilo los años 70, como saqueadores y depredadores de su expresión.

Ese tipo de consideraciones se apoya, principalmente, en el hecho de que muchas de las composiciones tomadas por los artistas del sello Fania y sus subsidiarias, aprovechando el bloqueo a Cuba, no fueron remuneradas con las liquidaciones que demanda los derechos de autores, y en muchas ocasiones «figureaba» el señor D.R. en los créditos de los LPs.

Otro motivo de la negación, está basado en el uso de elementos rítmicos, como las claves, de son y rumba, y arreglos musicales, que en muchos casos no variaban o lo hacían muy poco.

De este tema, que se ha mantenido vivo en más de tres décadas, generando pasiones desenfrenadas, quisiera tocar mi punto de vista, del cual tú puedes o no estar de acuerdo. Es la opinión vista desde mi balcón, que muchos dirán que no fue el más privilegiado, si se parte del hecho de que nunca me fui de gira con Willie Colón, no soy compadre de Johnny Pacheco, Jerry Masucci nunca me invitó a comer a su apartamento, y Papo Lucca, a pesar de que soy admirador #1 de su piano, no sabe quien «carajo» soy.

Pero desde mi balcón he visto de frente a las mejores orquestas sudar sus emociones.

Vi a los tígueres de mi barrio descargar mientras apagaban el calor con cerveza, y cuando la edad me permitió bajar, descargué con ellos. También descargué en los parques de Nueva York, domingo en la tarde, con orgullo y rabia… de rabia hablaremos más adelante. En conclusión las vivencias del barrio, principal laboratorio de la cultura salsera, me califica, o por lo menos me da ánimos de expresarme.

Esas son de las razones que me hacen pensar que tuve una butaca privilegiada en la escena salsera. Y porque vengo de la salsa traigo mi versión.

No puedo quitar importancia al hecho de que muchos compositores de Cuba hayan sido estafados por el monopolio discográfico que apoyó este movimiento, como aseguran los anti-salsa. Pero por el hecho de que así haya sido, no me quieran matar la esencia musical. Y en cuanto a lo musical, no he escuchado a ningún músico de la salsa decir que ellos inventaron algo. Nunca han negado que estaban haciendo música cubana. Como dije esta fue la materia prima: son, mambo, guaguancó, pero con otro vestido. Así tenía que ser, con otro vestido, porque lo primero es que quienes la ejecutaban eran jóvenes que, no solo provenían de Cuba, sino que eran puertorriqueños (en su mayoría), norteamericanos, dominicanos, panameños, de todas partes. Y si así fue, he de esperarse que sus influencias musicales se manifiesten en la música que estaban haciendo… en la salsa que estaban cocinando.

Continuará…

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