Salto: desde Hipólito a Leonel

Salto: desde Hipólito a Leonel

REGINALDO ATANAY
En el ambiente dominicano, en sentido general, se respira un aire distinto… con mucho optimismo. Se siente, como que la gente vive la experiencia de haberse desprendido de un fardo pesado, y aunque todo el mundo sabe que la situación no cambiará de un día a otro, se vive algo así como una liviandad anímica; eso se siente, al caminar por calles y avenidas de la Ciudad Primada de América.

El dominicano, por naturaleza, no es muy dado al orden; dicen que esa es una herencia de la mezcla de sus orígenes, con sangre indígena y negra, así como europea. Son opiniones no autorizadas, pero propagadas y dadas por algunos como una verdad.

Lo interesante de todo eso es que el dominicano, que suele soltarse a la dejadez, se siente a gusto cuando vive en medio del orden y el respeto. Por eso a veces sale uno que otro ciudadano opinando que «aquí hace falta Trujillo»

Y no es que en verdad ansíen el regreso de una dictadura brutal como fue la de Rafael L. Trujillo, sino que desean que se produzca un estado de orden y respeto, que en cierto modo, se vivió durante aquella era tenebrosa.

Y cuando comienza a sentirse el orden, la gente se acomoda… y se siente a gusto.

El país acaba de salir de un régimen político que hizo historia por el atraso que en varios órdenes impuso, debido a la manera intempestiva, «medalaganaria» y a veces irrspetuosa, con que se condujo su presidente, Rafael Hipólito Mejía Domínguez. Aquel señor clamó desde el principio de su régimen, porque se le respetara su manera «atípica» de ser, que es muy chabacana, y con toques de perdonavidas.

En el discurrir de su mandato, algunas aventuras lo hicieron sentir como gobernante de éxito, y tanto se sobreestimó como gobernante, que creyó que si se postulaba nuevamente para otro período presidencial, ganaría de manera abrumadora.

En esa quimera lo ayudaron sus aduladores, quienes le hicieron sentir que sí, que la mayoría de los dominicanos aprobaban y santificaban su manera de gobernar y ser, y que por tanto, lo respaldarían nuevamente con el voto.

Al conocer el Presidente Mejía, el pasado 16 de mayo, que su verdad estaba muy lejos de la «verdad verdadera», mostró una dejadez irresponsable, y se comportó como niño a quien le han quitado un entretenimiento;, y molesto, quería marcharse a su casa a destiempo, y abandonar la Presidencia de la República.

El sucesor de Mejía, el doctor Leonel Fernández Reyna tiene la satisfacción de que no sólo ganó con una cantidad histórica de votos, sino que se cumplió una profecía que él propagó, en las postrimerías de su otro mandato presidencial, cuando ya se sabía que Mejía era el ganador, y que por tanto, le sucedería en el puesto.

En esa ocasión. Fernández proclamó que el país se arrepentiría luego por su escogencia, en la persona de Hipólito para dirigir los destinos nacionales, y que la Nación «lloraría lágrimas de sangre», por lo que entonces estimó Leonel que había sido una escogencia errónea.

Hoy en esta nueva era que comienza, se percibe tranquilidad y optimismo pese a los graves problemas que acosan al país. Y eso, de por sí, es buena base, ya que crea un estado de ánimo, que puede propiciar el éxito nacional.

Para la meditación de hoy: Estás, justo en el medio de la vida. En tí está la vida. Hay vida delante y detrás de ti. En tu mano está el poder de darle buena calidad a esa vida que te regala a montones la Divinidad. Dale a la vida tu toque personal de amor y paz; házlo con abundancia, que la Vida, como una manifestación de Dios, siempre paga buenos dividendos…

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