La República Dominicana como parte integral de una isla y ocupando cerca de dos tercios del territorio total, comparte males epidemiológicos comunes a las dos naciones que conforman dicha geografía. La malaria y el dengue, que son dos males transmitidos por mosquitos, enferman tanto a dominicanos como haitianos, pues esos insectos no requieren de pasaportes ni de ningún otro documento para moverse de uno a otro lado de la frontera. De igual forma tenemos otros males que diezman a los nacionales de ambos países.
Hago esta breve introducción para llevar al ánimo de quien lea el presente trabajo lo difícil que resulta una programación sanitaria nacional sin tomar en cuenta, ni consensuar uno que otro aspecto preventivo y de tratamiento que envuelve a ambas poblaciones. La Organización Mundial de la Salud establece la morbilidad y mortalidad global tomando en cuenta el lugar donde están los enfermos, así como el sitio donde fallecen los individuos, sin tomar en cuenta lugar de nacimiento, ni residencia. Esto último quiere decir que todas las personas que se enfermen o mueran en nuestro país son contabilizadas como eventos dominicanos.
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La lucha por reducir la mortalidad materno-infantil en República Dominicana se ve afectada por el flujo irregular de embarazadas, parturientas y niños haitianos que cruzan o residen ilegalmente en nuestra nación. Igualmente, los indicadores nutricionales, infecciosos, muertes violentas accidentales y homicidas son influenciados directamente por el descontrol migratorio.
El deterioro de las condiciones de vida en el vecino país de lengua creole es una amenaza directa al conglomerado social hispanoparlante. Cada día agregamos más carga financiera a los programas de vacunación y control de vectores de enfermedades transmisibles, amén de la presencia de nuevas entidades como es el caso de la pandemia del Covid 19 que se resiste a desaparecer por lo que sigue con nosotros como endemia universal.
Crece el parque vehicular nacional con predominio de la vertiente motocicleta lo que trae como consecuencia más graves resultados de los accidentes automovilísticos. Crecen las muertes y el número de individuos con lesiones permanentes por trauma vehicular. Los programas preventivos se ven diezmados no solo por el uso y abuso del alcohol y las drogas en conductores, sino que le adicionamos la distracción de la conversación por el teléfono celular mientras se conduce. Hay informes estadísticos que indican que en muchos lugares el uso imprudente del teléfono inteligente sobrepasa al alcohol y drogas como agente causal de tragedias.
El alto costo de los servicios de salud, así como de los medicamentos es una problemática real a contemplar en la programación sanitaria de 2024. Siendo como es un año electoral sufriremos los efectos naturales del desvío de recursos económicos hacia el campo de la promoción de candidaturas en detrimento de las crónicamente deficitarias y huérfanas áreas sanitarias.
Como eterno positivista veo el mundo en evolución caminando hacia el progreso con retos que implican grandes riesgos, pero bajo ninguna circunstancia nos deben detener en la marcha hacia el futuro. La llegada de la Inteligencia Artificial y su inserción en el campo de la salud representa una oportunidad para avanzar a mayor velocidad y con más eficiencia en el uso de los recursos disponibles en el siglo XXI.
Existen varias amenazas, pero mayores son las oportunidades para establecer planes más puntuales, tendentes a llevar una mejor salud al pueblo dominicano en este año 2024.