“Dichosa edad y siglo dichoso aquel adonde saldrán a la luz las famosas hazañas mías, dignas de entallarse en bronces, esculpirse en mármoles y pintarse en tablas, para memoria en lo futuro”. Así va la narrativa de don Miguel de Cervantes Saavedra en la primera mitad del siglo XVII y nosotros en el siglo XXI sentimos su frescura cual pescado recién sacado de la mar. Cambian los tiempos más no el devenir existencial. Nacemos, disfrutamos la niñez, adolescencia, juventud, adultez y poco a poco alcanzamos la senectud, hasta llegar al invierno del descanso. En todo ese trayecto llevamos un registro que expresamos como el estado de salud.
Recorremos el espacio y registramos lo vivido como memoria en esa maravillosa computadora biológica que es el cerebro. De un esbozo bicelular fundido nace un mosaico individual encargado de continuar el tránsito ascendente del Homo sapiens. Somos la especie conocida con el mayor y más rápido desarrollo individual y colectivo. Hemos sido capaces de crear bienes y servicios hasta multiplicarnos exponencialmente habitando el planeta de uno a otro confín, pudiendo llegar a pisar sobre la Luna y a colocar sondas en Marte. Todo ello a pesar de las epidemias, pandemias, sequías e inundaciones, así como las guerras.
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Siendo seres humanos, en ocasiones olvidamos que todos los avances obtenidos son el fruto de vivir en sociedad. Podemos adentrarnos en los bosques para escuchar el concierto de las aves al despertar, el murmullo de las aguas de los ríos, e incluso de las olas marinas si queremos. En las noches pudiéramos disfrutar de la música de grillos, sapos y pájaros nocturnos. Pero en la vida citadina escuchamos en sala de conciertos el renacer de un Johann Sebastián Bach, Amadeus Mozart, un Ludwig Van Beethoven, o quizás las famosas polonesas de Chopin.
Caminar, bailar, ver, escuchar, sentir, saborear, comunicar y compartir requieren de un ingrediente común e indispensable, ese mágico factor se llama la salud. Sin ella se nos apagan las luces y los sonidos que la expresan como el estado completo de bienestar físico, mental y social. Es esencial que a temprana edad hogareña se nos eduque en lo que es una sana alimentación balanceada, higiene elemental individual, ejercicios físicos, juegos colectivos y la vida social.
Mantener la salud es un deber individual y colectivo. La prevención de enfermedades es tarea general que arranca desde el embarazo, sigue durante la infancia y se prolonga a largo de todo el eje vital. No debemos esperar a enfermarnos para iniciar las visitas periódicas de consultas médicas. Así como cada cierto tiempo llevamos nuestros vehículos al taller, igualmente necesitamos atendernos en salud. Los males detectados temprano pueden atenderse mejor. Sabemos que la hipertensión arterial, la diabetes, la obesidad y el estrés crónico son responsables de un alto número de muertes repentinas y de accidentes cerebrovasculares que dejan secuelas desagradables. Podemos prevenir o detectar bien temprano dichos males y tomar las medidas perentorias para evitar males peores. El cáncer detectado en sus comienzos puede ser curado.
La historia de una vida breve o prolongada nos la determina los cuidados de salud seguidos durante el recorrido del trayecto.