Salud, paz, prosperidad y… cero balas perdidas

Salud, paz, prosperidad y… cero balas perdidas

“Una mujer fue herida de gravedad en el cuello al ser impactada por una bala perdida, mientras decoraba un árbol de Navidad en el interior de su casa ubicada en el sur de Los Angeles”.

“Al menos 23 personas resultaron heridas por balas perdidas este año durante las celebraciones de Año Nuevo en Puerto Rico. Algunos isleños disparan pistolas al aire en Nochevieja, alrededor de la medianoche, aunque la policía ha advertido sobre los peligros de esta práctica”.

“Una bala perdida hizo blanco en la cabeza de una niña de nueve años, matándola al instante.

El incidente ocurrió a las 9:00 de la noche dentro de su vivienda, en Soyapango el 24 de diciembre”.

“Un anciano que había viajado desde Santa Bárbara para la Navidad junto a un pariente en su casa de la colonia Rivera Hernández, resultó herido en la medianoche del 25 de diciembre luego que una bala perdida le impactara en su quijada”.

Estas crónicas de vidas cegadas o lesionadas por balas que se “pierden” a sus dueños durante el mes de diciembre evidencian que manifestar la alegría navideña mediante la maniobra de desenfundar la pistola y dispararla al aire no es una tradición privativa del pueblo dominicano.

Por el contrario, es una costumbre fuertemente arraigada en todo el continente de habla hispana y en cuyo origen parece encontrarse un remedo de la tradición militar de vaciar las armas al finalizar el combate, una forma de demostrar que se ostenta el poder o, como muchos creen, un acto supremo de estupidez e ignorancia.

No pretendemos hacer un análisis exhaustivo de la procedencia de esta macabra “tradición navideña”, ni de las razones psicológicas o culturales que la sustentan, sino denunciar que en toda América durante los días 24, 25 y 31 de diciembre las pistolas disparadas al aire representan un peligro tan grande o mayor que la quema de morteros, cohetes y otros juegos pirotécnicos.

En nuestro país, todos los años se reportan casos tristísimos de niños que en vez de juguetes y otros presentes navideños reciben, de manos desconocidas, el fatídico regalo de una bala perdida que les deja muertos o paralíticos de por vida.

Es entonces que la sociedad en pleno se levanta y condena lo que algunos llaman accidente, y otros, los más, crimen. Horrendo por su naturaleza, pero también porque no se sabe nunca quien lo cometió. Al dolor de la familia por la lesión o muerte de su ser querido se suma la impotencia y la frustración de saber que la persona culpable quedará impune.

[b]HORA DE ACTUAR[/b]

Sin escuchar aquellas voces que pregonan que no hay nada más difícil de erradicar que una arraigada tradición, propongo que esta Navidad sea diferente y que en vez de llorar cuando ya no haya remedio, apliquemos la medicina preventiva.

Evitemos la tragedia ejerciendo y exigiendo responsabilidad y prudencia. Responsabilidad a las autoridades encargadas de determinar quien reúne los criterios psicológicos –y porque no, morales- para concederle el permiso de porte y tenencia de un arma de fuego. Prudencia a quien la posee para evitar que la obnubilación de los sentidos que causa el licor le lleve a utilizar su arma cual tarjeta mortal de felicitación.

La comunidad organizada también puede hacer su parte. Los líderes comunitarios saben quien es quien en el barrio o sector y mediante un simple ejercicio de identificación de perfiles de actuación pueden señalar a las personas que “tradicionalmente” soban sus armas durante las fiestas, sea o no bajo el influjo del alcohol.

Constituida en comités, consejos o asambleas comunitarias, la población puede determinar que hacer para minimizar los riesgos: desde dar parte a las autoridades para que presten vigilancia; alertar a las familias para que a los niños se mantengan buen recaudo o establecer un plan de intervención para evitar que las armas sean disparadas, entre muchas alternativas.

Se trata de involucrar en la solución a las autoridades, pero también al individuo, a la familia y a la comunidad.

Muchos dicen que las fiestas decembrinas ya no son lo que eran antes, en franca alusión a la perdida de los valores que originaron la celebración de la Navidad. Creemos firmemente que si desterramos la tradición de disparar balas para expresar la alegría de la época, damos a la Estrella de la Navidad una oportunidad para brillar de nuevo. ¿Lo hacemos?

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