Salud Preventiva. Cuando el dolor en la espalda baja es intenso

Salud Preventiva. Cuando el dolor en la espalda baja es intenso

Doctor Román E. Santana Ortopeda-traumatólogo del HGPS, Gerencia de Ortopedia y traumatología

El dolor en la articulación sacroilíaca, también conocido como sacroilíitis o disfunción de la articulación sacroilíaca, es el dolor que se presenta en la zona anatómica donde se une el hueso sacro con los dos huesos ilíacos, con un grosor de 2 a 3 milímetros.

Existen dos articulaciones sacroilíacas, la derecha e izquierda, las cuales están estabilizadas por ligamentos en su parte anterior y posterior, ambas encargadas de absorber las fuerzas verticales que vienen desde la columna vertebral y la transmite hacia la pelvis y extremidades inferiores, así mismo absorbe las fuerzas que vienen desde las extremidades inferiores hacia la columna.

En la década del 1920, se creyó que el dolor ciático provenía de afecciones de la articulación sacroilíaca, luego en la década de 1930 se construyeron las bases de que el dolor ciático provenía a consecuencia de enfermedades del disco intervertebral.

La articulación sacroilíaca es una causa poco valorada de dolor de la parte baja de la espalda y la región glútea, se cree que causa del 10 al 25 % de las lumbalgias y es más común en presencia de trauma, embarazo o en ciertos atletas. De un 20 a 80 % de las mujeres embarazadas refieren dolor lumbar o dolor en la región posterior de la pelvis, frecuentemente relacionado con la articulación sacroilíaca.

El dolor generado en la articulación sacroilíaca se puede presentar como dolor de espalda baja, dolor en región sacra, dolor en la región pélvica y región glútea.

Además del dolor, presenta adormecimiento del tercio proximal del muslo, pero el dolor casi nunca se extiende por encima de la línea de la cintura ni por debajo de la rodilla, sino que se extiende a la región inguinal y puede dar dolor o calambre en el escroto, en el caso de los varones, y en la vulva, en las mujeres.

Origen del dolor de la articulación sacroilíaca. El dolor en la articulación sacroilíaca está íntimamente relacionado en el 58 % de los casos con historias de traumas menores, pero directos sobre esta articulación, ejemplo de estos son las caídas sentado. También está relacionado a la laxitud ligamentaria, con una mayor incidencia en las mujeres, en quienes la prevalencia aumenta durante el embarazo.

La gran laxitud durante el embarazo y el dolor sacroilíaco secundario, se debe a la aparición de la hormona relaxina, la cual produce una relajación de los ligamentos del cuerpo, especialmente los de la pelvis, que son los ligamentos sacroilíacos anteriores y posteriores, así como los del pubis, preparándose para el paso el bebé durante el parto.

La presentación en un solo lado es cuatro veces más frecuente que la presentación bilateral.

Se ha descrito la aparición de dolor sacroilíaco en un 29 a 40 % de pacientes con historia de cirugía de fusión de segmentos vertebrales en columna lumbar, ya que este procedimiento aumenta el estrés y las fuerzas que se distribuyen hacia las articulaciones sacroilíacas que provienen de la columna vertebral.

Otros factores, como son los traumas al nacimiento, alteración de la postura, aumento de la lordosis lumbar y aumento de peso, incrementan los riesgos de presentar dolor en la articulación sacroilíaca.

Tratamiento

El inicio del tratamiento para el dolor de la articulación sacroilíaca en conservador. Para iniciar el tratamiento dividimos del dolor en tres fases: la primera es la aguda, que corresponde a los primeros tres días de iniciado el dolor, y solo se trata con bolso de hielo en el área adolorida por diez minutos, luego se deja descansar por unos minutos y se colocan compresas de agua tibia por diez minutos, esto acompañado por ejercicios de movilización de la extremidad.

La segunda fase, que va desde el tercer día a ocho semanas, incluye masajes directos a la zona articular; está indicado el uso de medicación con analgésicos antiinflamatorios, acompañado de terapias de radiofrecuencia en la articulación sacroilíaca, así como el uso de un cinturón para la articulación sacroilíaca (figura 3), el cual brinda estabilidad a la pelvis disminuyendo de manera considerable el dolor. Este cinturón tiene un gran uso en las paciente embarazadas, debido a que en ellas el manejo con medicinas, fluoroscopía e inyecciones está limitado.

En la fase más avanzada está indicado el uso de infiltraciones con corticoesteroides, que brindan gran mejoría en aquellos casos en los que el dolor de la articulación está acompañado por un proceso inflamatorio. Este procedimiento tiene la ventaja de que puede servir como diagnóstico al momento en que se quite el dolor y tratamiento con el efecto de la medicación. En ocasiones de poca respuesta, está indicada la proloterapia, que consiste en un procedimiento donde se inyecta una sustancia irritante en los tendones y la cápsula articular y tiene como efecto que vuelve más fuertes a estos elementos anatómicos que le dan estabilidad a la articulación sacroilíaca.

Tratamiento quirúrgico

Todos los tratamientos quirúrgicos están dirigidos a quitarle la movilidad a la articulación sacroilíaca. El procedimiento, llamado artrodesis, fija dos piezas óseas. Lo que más se utiliza para las artrodesis son los tornillos sacroilíacos y las placas con tornillos.

Cómo diagnosticar si el dolor viene de la articulación sacroilíaca

La primera prueba que se debe hacer es la palpación de las articulaciones sacroilíacas, las cuales se localizan a 2 o 3 centímetros lateralmente tanto a la derecha como a la izquierda, donde se inicia la línea entre los glúteos. El dolor en esta zona puede ser sugestivo de dolor sacroilíaco.

Las pruebas en el examen físico pueden ser muy confusas cuando el dolor es muy intenso, por lo que la valoración debe ser realizada por un médico con experiencia. Una de las pruebas más comunes y sencillas, pero que aportan más datos al diagnóstico, es la prueba de FABER, que es la sigla de términos utilizados en inglés para los movimientos de flexión, abducción y rotación externa de la cadera, que es el movimiento que realizan mayormente los caballeros al cruzar las piernas, con la diferencia que esta prueba se realiza con la persona acostada. Si, al realizar estos movimientos, se reproduce el dolor, se considera la prueba positiva para dolor sacroilíaco.

Otra de las pruebas con la que contamos es la prueba de Gaenslen, que consiste en flexionar la cadera y la rodilla de una extremidad, mientras la otra se mantiene en extensión.

Un tercer método diagnóstico es la inyección de anestesia en la articulación sacroilíaca afectada, la mejoría o desaparición del dolor da como positiva la prueba para sacroilíitis. Esta prueba debe ser realizada por un médico especialista y recomendablemente realizada bajo visión fluoroscópica.

Estudios de imágenes

Los estudios de imágenes aportan pocos datos para determinar si el origen del dolor proviene de la articulación sacroilíaca, a menos que sean casos relacionados a fracturas o tumores.
En primer orden está la radiografía de pelvis, que permite valorar la simetría y ausencia o presencia de fracturas o lesiones de tumores que formen o destruyen huesos. También contamos con la tomografía, estudio que nos permite valorar con mayor sensibilidad que la radiografía la disminución del espacio articular entre el sacro y el hueso ilíaco, osteofitos, esclerosis como datos de degeneración de la articulación. Un inconveniente con la radiografía y la tomografía es la exposición a radiación.

Otro método diagnóstico es la resonancia magnética pélvica, que aporta más en casos de procesos inflamatorios, infecciones o tumores de tejidos que no sean hueso. Tiene la ventaja de que no emite radiaciones, la imagen tiene alta calidad, lo que permite diferenciar incluso enfermedades recientes de aquellas que ya tienen mucho tiempo con el paciente. En las enfermedades recientes podemos observar líquido intraarticular, edema del hueso subcondral y edema de los tejidos blandos vecinos. En las enfermedades crónicas se observa esclerosis subcondral, erosión del hueso, estrechez o ausencia del espacio articular. No en todos los casos se requieren los estudios mencionados. Se solicitarán los necesarios orientándonos con la historia de la enfermedad del paciente.

 

 

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