Salud social

Salud social

Sergio Sarita Valdez

Lugar, tiempo y persona representan tres coordenadas a tener presente en cada una de nuestras acciones de vida. Lo que está por venir provoca con cierta frecuencia duda y temor. Es posible que un sentimiento parecido embargara al poeta borinqueño Juan Antonio Corretjer, al momento de escribir: “Sabe el hombre donde nace y no dónde va a morir”. ¡Cuán bueno es no saber anticipadamente el sitio, la fecha, ni las causas que le pondrán fin a nuestro paseo por la vida! Sí es beneficioso para la especie humana saber que la suerte individual está determinada por la armonía existente desde su infancia con el entorno familiar, escolar, comunitario, universal y ecológico. El pensamiento clásico del patólogo alemán Rudolf Virchow, considerado el padre de la patología moderna, lo llevó a proclamar alrededor de 1850 que la política representaba la medicina en gran escala. La declaración de Yakarta titulada: Salud siglo XXI, le daría la razón al entonces prusiano hombre de ciencia cuando estableció las cinco prioridades universales en materia sanitaria: 1) Promover la responsabilidad social para la salud, 2) Incrementar las inversiones para el desarrollo de la salud, 3) Expandir la colaboración para la promoción de la salud, 4) Incrementar la capacidad de la comunidad y el empoderamiento de los individuos, y 5) Garantizar una infraestructura para la promoción de la salud.
En el mundo contemporáneo ya se habla de estilos de vida para mantener al conglomerado libre de enfermedades. Sabemos que el rol primordial de un Ministerio de Salud Pública es “la protección, acomodación y sustentación filosófica tendente a mejorar la salud de la población, así como controlar y erradicar las enfermedades”.
Es harto conocido que, desde la fundación de la República el Estado Dominicano, a través de los gobiernos, ha tenido un enfoque esencialmente curativo, seguido en menor proporción por los esfuerzos preventivos, siendo muy mínima la parte promocional de vida sana. Lo peor de todo es que con la galopante privatización total de las atenciones sanitarias veremos atónitos el auge exponencial de los clientes enfermos visitando las empresas que comercian con dolencias humanas. Esas compañías aseguradoras no invertirán en la educación de la gente para que la población de mantenga sana y productiva. El Estado se ufana de construir edificios para encamar a los quejosos. Apostamos a quien atiende mejor a los lesionados y contagiados en lugar de dedicar el grueso de nuestros recursos financieros en mantener a la población libres de quebrantos.
Promover alimentos nutritivos bajos grasas animales, reducir la ingesta de sal, azúcares y harinas no está contemplado en el presupuesto de las Aseguradoras de Riesgos en Salud. Programas de tamizaje para la detección temprana de diabéticos e hipertensos no está en la cartilla de servicios a pagar por esos compradores de servicios médicos. Clínicas y hospitales están siendo habilitadas para recibir a los clientes averiados. El discurso que pregona la humanización de los servicios se refiere únicamente los enfermos.
Mientras tanto, la familia y la comunidad respiran un ambiente tóxico, se alimentan mal, no cuentan con servicios continuos de agua potable, ni de energía eléctrica las 24 horas. Nadie siente seguridad andando por la calle, tampoco en la casa, por lo que los trastornos emocionales están a la orden del día. En su momento la situación alcanzará niveles críticos y vendrá el cambio y su resultante: menos enfermos; más gente sana, longeva, segura y feliz.

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