Salud y actividad física

Salud y actividad física

Alguien de modo muy sabio ha expresado que el ser humano es un animal de costumbre. Nada más cierto, somos el producto de los hábitos que se nos inculcaron durante todo el periodo del desarrollo y crecimiento.

De ahí la importancia de la educación hogareña, escolar y comunitaria. Somos un producto social. Nadie nace sabiendo, todo es aprendido.

Ello no significa que vengamos huérfanos al mundo; gracias a los instintos lloramos al nacer y succionamos el calostro materno como fuente primaria de alimentación. Mi abuela solía expresar que los desarreglos y excesos de juventud se pagaban con altos intereses a modo de achaques en la vejez. Poetas, pintores y escultores han abonado su imaginación creadora a través de esa materia prima llamada pensamiento, cuyo continuo perfeccionamiento depende del ritual de una práctica disciplinada. La niñez es más actividad motora que psicológica, gatea por reflejo, y luego adquiere la posición bípeda observando a sus congéneres.

El aumento de la masa ósea y muscular dependerá de una balanceada alimentación, acompañada de caminatas y otros tipos de movimientos. Los antiguos griegos conocían de tales principios por lo que la gimnasia fue siempre una parte básica de la educación integral, llevada al extremo por los espartanos. Los romanos siguieron dicha tradición, ampliándola y mejorándola. La reforma luterana no descuidaba el aspecto de la figura corporal.

Los ejercicios físicos deben constituirse en una actividad obligada para todas las edades, por supuesto, adaptados acorde con la condición especial de cada individuo. Penosamente, en la realidad presente, a medida que el sujeto se hace mayor, en esa misma proporción se reduce el tiempo que dedica a mover el esqueleto.

Con el advenimiento de la informática, la televisión por cable, la internet y la era digital en general, crecen el ocio y las prolongadas horas sentado frente a los aparatos, a tal punto que en el mundo desarrollado muchos niños pasan más tiempo frente a una pantalla que ejercitándose. La vida sedentaria está enfermando a la gente.

La obesidad, la hipertensión y la diabetes se han convertido de la noche a la mañana en epidemia. La osteoartritis y la osteoporosis son el pan nuestro de cada día en los envejecientes.

La arteriosclerosis coronaria está diezmando a adultos y ancianos. En todos y en cada uno de estos padecimientos notamos el papel importante que juega la poca movilidad.

Si a ello le agregamos la inseguridad que experimentan muchas personas cuando salen a caminar, pudiéramos deducir que por temor hemos decidido enjaularnos y así morir a destiempo.

Si no enseñamos a nuestros niños a corretear felices libremente, tendremos a un adulto taciturno de poco andar, y a un anciano artrítico, quejoso y angustiado. Debemos desafiar el miedo y atrevernos a caminar en libertad. Preferible morir en libertad, que mal vivir una eternidad encerrado bajo la angustia del terror.

¡Apostemos a un mejor futuro, marchemos todos en salud!

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