Salud y belleza
Hablemos un poco de los olores

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El sentido del olfato continúan  planteando muchas interrogantes a los investigadores. Se sabe que el olor viaja a una velocidad de vértigo hasta los centros cerebrales, que recuperan sensaciones y recuerdos en menos de dos segundos. Al oler comida, se nos hace agua la boca, literalmente: segregamos saliva y se estimula la producción de jugos gástricos, lo que puede provocar incluso ruidos intestinales.

El aroma de un rosal nos guiará hasta las flores, y quizás sintamos la necesidad de hundir el rostro entre los pétalos como si fuéramos insectos, embriagados por el dulzor del aroma. Cada cual reacciona de forma distinta ante los olores, en función de sus experiencias vitales. Hay olores que evocan recuerdos, a menudo relacionados con la infancia. No nos resulta nada fácil describir los olores, y solemos decir (esto huele como… o este olor me recuerda a…). La explicación es que los aromas estimulan centros del cerebro donde se almacenan nuestros recuerdos y sensaciones. Los recién nacidos y los niños pequeños tienden a relacionarse con el mundo que los rodea sobre todo a través del sentido del olfato, que es vital desde el momento de nacer porque es el único del que dispone el bebé para encontrar el pecho de la madre.

Con el paso de los años los olores van asociándose a las experiencias vividas. Por ejemplo, quizá alguien asocie el olor de la navidad con el aroma de pino o mandarina, con el del fuego de la chimenea o con el del pavo asado, según sus vivencias, y seguramente esos olores le producirán sensación de bienestar.

Lo principal es que respondemos casi sin pensar.

Eso se debe a que el olfato es un sentido muy instintivo conectado a la parte de nosotros que reacciona (porque sí) en lugar de recurrir al análisis mental.

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