El estrés es la tensión que provocan en nosotros influencias externas como el ruido, las relaciones personales o las dificultades económicas y laborales. Todos estos factores reciben el nombre de estresores. Aunque al principio pueda parecer que un determinado estresor no nos afecta, a medida que se repite su incidencia empezamos a notar sus efectos.

El cuerpo intenta recuperar su estado de equilibrio de forma natural, pero si la situación se prolonga durante cierto tiempo pueden aparecer malestares físicos, como tensiones musculares, o reacciones emocionales, como sensación de angustia. Esas respuestas son los síntomas del estrés. Vivimos rodeados de estresores potenciales, y nuestra salud depende de la forma en que nos enfrentamos a ellos.

Puesto que esas influencias no desaparecerán, lo más útil será aprender a reconocerlas y modificar nuestra forma de reaccionar ante ellas. Para hacer frente al estrés es fundamental comprender sus mecanismos y la forma en que nos afecta. No todos los tipos de estrés son negativos, puesto que ciertas situaciones nos estimulan de manera positiva. Si somos capaces de pasar de un estado de estimulación a uno de relajación y encontrar el equilibrio interior, todo va bien.

Pero si estamos sometidos a un estresor tras otro y no nos damos tiempo para recuperarnos, la situación puede empeorar. A continuación enumeramos trece de las más habituales situaciones que pueden resultar estresantes:  Fallecimiento de la pareja, divorcio, menopausia, separación de la pareja, sentencia de cárcel o libertad provisional, fallecimiento de un familiar, enfermedades o lesiones graves, desempleo, dificultades en las relaciones personales, jubilación, problemas de salud de los familiares, embarazo, trabajar más de 40 horas semanales.