En una democracia, los partidos políticos tienen como principal responsabilidad la presentación de opciones valederas para la conducción y administración del Estado y sus bienes. Sus propuestas, que han de ser sometidas al escrutinio de los electores, deberán estar compuestas por un programa de ejecución factible en función de las capacidades del Estado y una figura capaz de aplicar ese programa y encauzar los destinos del país por senderos de progreso.
Por un vicio que tiene que ver con nuestra formación política y con las imperfecciones de esta democracia, los partidos han viciado al electorado para que otorgue principalía a los personajes antes que a los programas, a los protagonistas antes que al argumento, al hombre antes que a las ideas.
Siempre hemos abogado porque se instaure como regla inherente al proceso electoral que los partidos pongan a disposición de los electores sus programas de gobierno, sus recetarios de soluciones para los problemas nacionales. Luego, a lo interno de cada organización, que la capacidad y el liderazgo decidieran quiénes encarnarían las candidaturas.
Por eso, nos satisface el anuncio hecho por monseñor Agripino Núñez Collado, coordinador del Diálogo Nacional, en el sentido de que los técnicos de los diferentes partidos y los candidatos presidenciales expondrán al país, por separado, sus ofertas electorales. Esto presenta una valiosa oportunidad para modificar el estilo de ejercicio político que por mucho tiempo ha prevalecido en el país y debe ser incluido en la carpeta de futuras modificaciones a la Ley Electoral, a los fines de que estas exposiciones sean requisito obligatorio en la puja por el poder.
[b]II[/b]
Otro aspecto saludable en el actual proceso es la percepción que tiene la misión de la Organización de Estados Americanos (OEA) en el país en cuanto al trabajo efectuado hasta el momento por la Junta Central Electoral (JCE).
El tribunal electoral, por la naturaleza de su trabajo, está en la mira de atención de partidos políticos, organizaciones cívicas locales e internacionales, organismos internacionales, la Unión Europea y así por el estilo. Y nuestro fantasma preferido, el fraude electoral, ha abonado por mucho tiempo cuantas dudas y sombras sean posibles en relación con la preparación de elecciones y la posibilidad, que esta vez quisiéramos creer muy remota, de torcer el resultado de la voluntad que ejerza el pueblo a través del voto. En tiempos pasados, debemos admitirlo, el fraude no era tan fantasma.
Satisface que la misión local de la OEA tenga el criterio de que estas elecciones serían las últimas en cuya preparación el país requeriría de observadores internacionales.
Estos dos elementos, la exposición de los programas y propuestas de los partidos y el hecho de que el trabajo de la JCE satisfaga tanto a la OEA como a los partidos políticos, constituyen muestras de madurez en el ejercicio democrático que los dominicanos debemos apuntalar y valorar como uno de nuestros grandes logros.
¿Hay o no hay?
El presidente de la Refinería Dominicana de Petróleo, Amaury Justo Duarte, afirma que hay gas licuado de petróleo suficiente, que no hay escasez de este combustible.
Sin embargo, las filas y dificultades en las plantas envasadoras de gas dan un mentís a las afirmaciones de este funcionario.
¿En qué quedamos?