Ha quedado reforzada la marea de rechazos a unos artículos de retroceso contenidos en el proyecto de Código Penal aprobado por el Senado en dos rápidas lecturas y a espaldas de un gran sector de opinión pública digno de atención. Un saludable ejercicio del contrapeso que la funcionalidad bicameral aporta a la democracia contra las unilateralidades perjudiciales al ciudadano.
Salvamento de campana desde bancadas en bloque que comienza con el planteamiento de revisar todo lo decidido por la Cámara Alta que más allá de la crónica anunciada, y por tanto esperada, de negación a tres causales, incurrió en otras innovaciones hirientes para núcleos de la sociedad de reconocida defensa de la dignidad humana y familiarizados con los daños que causarían si pasan la prueba final en el Congreso.
Voces de legisladores opositores, y minoritarios ciertamente, pasaron a disentir con disposición de hacer valer criterios sin atención a excesivas gravitaciones de agendas externas o partidarias sobre ese poder parlamentario. Como órgano de mayor pluralidad, representación y apertura (que ahora demuestra) a otras visiones y legítimos intereses, el grado de razonabilidad que los diputados logren imprimir al controvertido proyecto mejores resultados podría esperar la sociedad.
Esta saludable contradicción en los factores del poder es un reto que los entes legislativos deben manejar con sabiduría y equidad para la búsqueda de consenso. Aprobar un Código Penal es ya demasiado impostergable.