Salvación cristiana y dogmas religiosos

Salvación cristiana y dogmas religiosos

   Ha publicado 16 libros sobre América Latina y España pero el más reciente mereció seis de los más prestigiosos premios, uno de Canadá y cinco norteamericanos, y circula en inglés, español y portugués.             Para muchos la obra podría representar cuestionamiento a posiciones de la iglesia católica y sin embargo, una de las personalidades que se sintió atraída por el contenido del volumen que ha celebrado la crítica universal fue Benedicto XVI, quien siendo aún el Obispo de Roma apareció en la prensa leyendo un ejemplar.

   Stuart B. Schwartz, su autor,  expresa con humildad: “No sé si al Santo Padre le gustó”. Se trata del demandado libro: “Cada uno en su ley, Salvación y tolerancia religiosa en el Atlántico ibérico”, novedoso trabajo que presenta las posiciones de la llamada “gente común” respecto a normas, prohibiciones, impedimentos y afirmaciones del catolicismo.

            El destacado docente e historiador estuvo de visita en Santo Domingo investigando sobre los huracanes en el Caribe y conversó sobre su obra laureada que a su juicio levanta un debate para la iglesia.

            Eran carpinteros, arrieros, labradores, mercaderes, “personas sin voz en la historia” que sostenían que cualquiera se podía salvar en su ley. Era un pensamiento popular en los siglos XV, XVI, XVII, eran cuestionamientos a teólogos y a reglas eclesiásticas que los proclamaban herejes porque hacían afirmaciones como que los santos no tenían poder, dudaban de la virginidad de María, declaraban que el Papa era un borracho, afirmaban que la esclavitud era un pecado y rebatían la postura católica de que solo era posible el sexo entre casados, entre otros señalamientos.

            “Si el burdel tiene una licencia de ley, el rey está dando una licencia, por eso muchos no creían que el sexo entre solteros fuera pecado y así como pensaban sobre el cuerpo pensaban sobre el alma”, comenta Schwartz, quien en cada referencia al contenido concluye con una afirmación que era colectiva entre los atrevidos que desafiaron a la clerecía: “Cada uno se puede salvar en su ley”.

            Los admiró desde que comenzó a leer los procesos. “Querían pensar por ellos mismos: soy muy buen católico pero en ese punto de dogma no concuerdo con la iglesia”, declaraban.

            El académico realizó sus búsquedas en archivos de España, México y Perú donde estaban los tribunales de la Inquisición en América pero la mayor parte en España. Dice que es un libro sobre el pueblo, “no quería estudiar el punto de vista de los teólogos ni de los gobernantes”.

            En Santo Domingo existió también un representante de la Inquisición y todos los casos, señala, fueron mandados y procesados en Cartagena de Indias: brujería, llegada de conversos… Tengo un documento que hace referencia a que América era una tierra de libertad completa donde la gente quería vivir como quiera… El padre Las Casas decía en misa que era necesaria la inquisición”.

            Los clérigos, añade Schwartz, desde el inicio de la colonización, se quejaban de la promiscuidad, el amancebamiento, los pecados carnales, la lujuria.

            Expresa sentir mucha admiración por la iglesia católica y la reconoce como a cualquier gran institución pero piensa que tiene que “hacer sus cambios con cuidado, espero que pueda confrontar los desafíos de la modernidad”.

            El ejemplar no es un ataque, es un trabajo serio de investigación sobre unos protagonistas que hasta para él eran desconocidos, es dar, evidenciar el emplazamiento de marginados a tal grado que no podían leer la Biblia en español, “era prohibido, solo les estaba permitido en latín a la gente educada, la gente común quería leer la Palabra de Dios y no podía. Tengo admiración a esta gente que en frente de tanto poder podía pensar por sí. ¿Cómo es posible que una persona sin mucha educación llegó a la conclusión de que se podía salvar en su ley?”, se pregunta Stuart.

            “Creo que cada uno debe tener criterio propio. Dios es bondadoso ¿cómo es que va a condenar a una persona por la eternidad?, se cuestionaban.  “Eran buenos católicos pero no era la posición de la iglesia”, acota Schwartz.

            Confiesa que tuvo como consejeros a sacerdotes e historiadores y que el libro fue reseñado bastante bien en publicaciones católicas. “Pero es un libro favorable a los disidentes”. En Brasil fue publicado por una editorial católica, de la Universidad del Sagrado Corazón.

            Mientras se pregonaba que la salvación solo era posible dentro de la iglesia, “encontré en mis investigaciones humildes que decían: cada uno se puede salvar en su ley, el buen moro, el buen judío, el buen católico… Dios pone idea de bueno y malo en todos los humanos, si vive una vida buena, natural  ¿por qué condenarlo para siempre?”, planteaban.

Sobre Stuart. Nació en Massachusetts el cuatro de septiembre de 1940, hijo de Leo y Mae Schwartz, de ascendencia judía, de Rumania y Austria. Luego de concluir estudios secundarios pasó a Middlebury College, Vermont, estudió humanidades, historia y después fue a Columbia University, donde cursó Historia de América Latina. Tiene doctorado de esa academia con especialidad en historia de Brasil. Su director de tesis era un famoso historiador de América Latina, Luis Hanke, gran especialista en la vida de Bartolomé de las Casas.

            Schwartz estuvo un tiempo en la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, donde aprendió español y estudió arqueología. Como muchos de su generación, expresa, se considera “ahijado de Fidel Castro” por el interés que despertó en él la revolución cubana. Había conocido La Habana desde niño y volvió en los 80. “Para construir una revolución, dada la oposición que tenía de un país con poder, Fidel era un ogro, y proteger, mantener una revolución, fue un acontecimiento muy importante, pero no soy partidario de dictaduras ni dictablandas y hay aspectos que no me gustan”.

            Ha estado además en Portugal, España, Francia, Chile, Panamá, Puerto Príncipe, Cartagena pero dice que el momento más importante de su vida fue cuando conoció en Puerto Rico a su esposa, María Victoria Jordán, madre de sus hijos Lee y Alison.

            Enseñó historia de América Latina en la Universidad de Minnesota y pasó 30 años como profesor jefe del departamento de historia con especialidad en Brasil, historia de la esclavitud, del azúcar. Fue profesor visitante de varias universidades de Brasil, donde ha recibido condecoraciones y otros homenajes por sus publicaciones sobre esa nación. Es profesor de la universidad de Yale desde 1996.

            Sobre los sencillos actores  que  con tal denuedo presentaron sus tendencias,  reflexiona: “La posición de la iglesia después del Vaticano II tiene un parecido a las actitudes de aquella gente”.

            Los premios otorgados al libro de Schwartz han sido: Gundill International Prize in History, Canadá, “el mayor para obras de no ficción”; American Academy of Religión Book Award for Excellence; John F. Fagg Prize, Leo Gershay y George L. Mosse, de la Asociación de Historia de las Américas, “primera vez en la vida de esta institución que un libro gana tres premios en diferentes categorías”, y el Bolton Johnson, como mejor libro de historia de América Latina.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas