Salvador Dalí, el pintor surrealista

Salvador Dalí, el  pintor surrealista

En mi más reciente viaje a Barcelona el pasado mes, tuve la oportunidad de realizar uno de mis sueños, visitar el museo de Salvador Dalí en Figueras, provincia de Gerona en la comarca catalana del Ampurdan, cerca de Francia. El teatro museo Dalí, es un museo dedicado enteramente al pintor, se encuentra en la plaza Gala-Salvador Dalí, número 5. El artista se ocupó personalmente de la organización de esta exhibición, y en el interior del complejo artístico, están su última habitación y su tumba. La que reza Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domenech, marqués de Pubol. Este museo se inauguró en el 1974, es la segunda colección pictórica española en recibir visitantes, siendo la primera el Museo Reina Sofía de Madrid.
Bien sabemos que el artista manifestó desde muy temprano una tendencia al narcicismo y la megalomanía, expresada desde sus inicios en la escuela de pintura de la Academia de Bellas Artes de Madrid, expulsado de ella en el 1926 en su segundo año, al expresar: “que en esa institución no había nadie con capacidad para examinarlo”. De muy chico quiso ser chef, a los diez años dio inicio a los estudios de pintura, impresionado por los hermosos paisajes de las costas catalanas, las que inspiraron sus pinturas iniciales y luego lo acompañaron durante toda su vida. Él señaló que el periodo entre 1929 y el 1936, fue su más prolífico tiempo.
Él consideró que en esa época pintaba las memorias de su infancia feliz entre pescadores en el Mediterráneo, con los que él llamó “los pensamientos automáticos”, que le venían a la cabeza. Estos pensamientos eran luego plasmados en el lienzo mediante las condicionantes que Dalí llamaba, “mi método paranoico-crítico”. Es en este tiempo que encuentra su estilo propio y halla el gran amor de su vida, Gala la dama que fue su modelo, compañera y socia.
Apreciar en esta visita al museo de este personaje de bigotes largos, disfrutar de una muestra de todos los periodos de la prolífica obra artística de uno de los grandes maestros del surrealismo, sus pinturas, esculturas, libros, teatro, joyas, etc. El surrealismo fue un movimiento filosófico, iniciado en el 1916, fecha en que el escritor francés André Bretón, precursor y líder de esta tendencia planteó, que: “el inconsciente es la región del intelecto donde el ser humano no objetiva la realidad, sino que forma un todo con ella”.
Tendencia contestataria, que aglutinó a muchos de los grandes pensadores y artistas de la época.
Estando visitando el museo y frente a la pintura de Dalí dedicada a Picasso, señalaba la guía la gran admiración que tenía Dalí por el también barcelonés, el autor de la Guernica. Comenté yo esa pintura con un joven colega dominicano, un inteligente neurólogo, el Dr. Edwin Espinal, resaltábamos frente a la obra la gran creatividad del personaje del museo. La pintura, muestra un cerebro abierto con grandes comisuras, encima una lava metálica en color gris, para resaltar el gran talento del pintor, unas montañas sobre la cabeza y desde la sustancia gris entra por el cuello a semejanza de una lengua, una cuchara de metal con una llave.
Dalí admiraba la gran inteligencia de Picasso, pero siempre señaló que al este hablar francés tenía un gran acento español. Disfrutamos de muchas de sus creaciones más enigmáticas: La persistencia de la Memoria (1931), los relojes que se “derriten”, la cesta de Pan (1945) y el Descubrimiento de América (1958), están entre mis preferidas.
Frente al cuadro de Dalí para Picasso, ambos neurólogos conversamos motivados de la creatividad del cerebro humano, de cómo surgen las disociaciones que existen entre el mundo real y el modo de cómo lo representamos mentalmente: desde el momento que la percepción visual nos provee de imágines distintas de las puramente “fotográficas”, no existe experiencia que se represente solo en una forma directa, vale decir, que responde a una compleja conjetura, a nuestra particular concepción del mundo, que es muy propia e individual. Si nuestro cerebro se limitara a registrar las informaciones generadas por los sentidos, por ejemplo teniendo recuerdos “neutros”, encasillándolos en categorías diferentes como una computadora, entonces no habría espacios para procesos mentales creativos y complejos, basados en la plasticidad cerebral y las divergencias de las neuronas, entonces no existieran los Dalí, ni los Picasso, ni los Miró, pintor también admirado del que luego “conversaremos”.

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