El Centro Pompidou de París abrió el 21 de noviembre del año en curso la segunda retrospectiva internacional más importante del maestro del surrealismo, Salvador Dalí. Indiscutible genio de la metáfora visual como propuesta del pensamiento filosófico y sicoanalítico de la segunda mitad del siglo XX.
Dicha convocatoria se está convirtiendo en una cita obligada con la capital de las luces en la Navidad, pues desde 1979 no se había curado una exposición daliana de tanta envergadura, y justamente hasta hoy, es la retrospectiva del Centro Pompidou que ha contado con el mayor número de visitantes. Se exponen más de doscientas obras del genio catalán, pero los curadores orientan la muestra con un contenido visual en el que se pone en evidencia la personalidad del artista relacionada con el escenario de interacción, así como con la comunicación visual, radial y televisiva, en una palabra mediática y publicitaria.
Dalí ha sido el más consciente del alcance de su inteligencia visual en el sentido de la proyección y manipulación de su propia imagen. Más que otros artistas de su generación y de sus tiempos entendió que era ejecutor y maestro de la obra, pero a la vez, objeto de una atracción colectiva y mediática que convierten al artista en protagonista y promotor de su éxito.
La genialidad de su locura intelectual y creativa consistió en sacudir los esquemas burgueses que por años consideraron que la personalidad del artista debía mantenerse dentro de los esquemas del taller y de su marchand.
Dalí dramatizó en su persona toda la resonancia visual de sus obras, construyó una dramaturgia propia donde él era el director y el actor de actitudes sociales y públicas que se convertían en auténticos happenings y performances, evidenciadas en cada una de sus apariciones públicas de la década del 70.
En las inauguraciones, llegaba mudo, alzado, y daba la vuelta del público, subiendo la mirada, y salía, con gesto soberbio rodeado de un grupo de pajes, antes de subir a su automóvil Rolls Royce, que le esperaba en frente de la galería Maeght. Pueden haber muchas maneras de interpretar esta actitud, y podemos elucubrar horas sobre ella, sin embargo, partiendo de la idea confirmada por todos sus especialistas de que su locura no era más que la expresión de su genialidad, es obvio, que a través de esta situación que presenciamos en el Boulevard Saint Germain de París, la entrada y salida del maestro fue probablemente una táctica bien manejada de observar la asistencia de su inauguración, constatar el mundillo parisino, y luego fugarse a sus noches locas y tórridas a Chez Castel, Chez Regine, y a las fiestas pop de aquellos años en las casas palaciegas de los millonarios del momento y de los artistas del escándalo. Dalí impuso su personalidad dentro y fuera de sus obras, llegando a crear un círculo intelectual y visual en el que él era el eje y el elemento central.
Desde sus inicios en el mundo del arte, originalmente por medio de la poética de la escritura, Dalí se impuso desde su juventud con una extraordinaria precisión de su individualidad y de su individualismo.
Más que ninguna otra obra del siglo XX, sus inquietudes estéticas giraron en una búsqueda insaciable de la imagen del dibujo y de la pintura, con una pasión cada vez más confirmada por el cine y el teatro. Sus relaciones privilegiadas con Federico García Lorca y Buñuel; su participación en el movimiento dadaísta y surrealista forjaron en él los referentes del pensamiento y de las paranoias de cada etapa, pero, con la determinación obsesiva de crearse un personaje que le permitiera dominar, y a la vez escapar del medio artístico en sus aspectos más aterrizados a la realidad como lo son el mercado y la promoción. La muestra del Centro Pompidou pone en evidencia tanto el dibujo como la pintura, pero además, toda su creación fotográfica y cinematográfica, con una excelente selección de cortos y experimentos que resaltan una investigación apasionada por el mensaje de la imagen en movimiento que compartió con Buñuel.
Si observamos el transcurso de cada dos décadas desde sus inicios en el arte, confirmamos que Dalí fue un motor central, único y exclusivo de cada momento, contribuyendo en todos los espacios del pensamiento contemporáneo, viajó a Estados Unidos de Norteamérica en diferentes momentos y aportó su presencia contribuyendo en Hollywood, con los hermanos Marx y con Alfred Hitchcok, a la vez que abría el viaje transatlántico del surrealismo a Estados Unidos, tanto en la costa este como oeste.
Vale recordar que fue un profundo intelectual con un conocimiento minucioso de la civilización judeo-cristiana, un pensador que profundizó su pensamiento con Dantes y los místicos españoles como San Juan de la Cruz, por quien manifestaba una auténtica devoción. Erudito y poeta, conocía a profundidad el alcance de las palabras y en los años sesenta con el gran boom del consumo y del sicoanálisis se adelantó y se instaló en el sofá de su propio autosicoanálisis a través de los medios de comunicación, sabiendo antes que nadie todas las manipulaciones que la imagen podía manejar dentro de la sociedad.
Si Dalí fue un gran divertimento mediático adorado por los niños a través de la famosa publicidad del chocolate Lanvin, podemos decir, también, que logró divertir a las mayorías que nunca visitaron ninguna de sus exposiciones, pero que a través de la televisión se hacían espectadores del dalinismo popular, que justamente existió gracias a la publicidad, y entre los años 60 y 80, todos en Francia conocían perfectamente las fantasías dalianas. Logró convertirse en un referente popular a partir de su aristocracia virtual quijotesca y divertir su entorno inmediato. En Port Lligat, el aguacil anunciaba con un repique de tambores la hora cuando el maestro se afeitaba en el balcón de su casa y Gala, su esposa, le peinaba su melena.
En Francia, asombró a los televidentes abandonando el estudio de grabación y declarando que tenía que juntarse con Dantes
La exposición del Centro Pompidou pone en evidencia toda la personalidad de Dalí, cuya inteligencia y habilidad le permitieron trabajar arduamente para dejarnos una obra que todavía hoy plantea las incógnitas de la razón y de la des-razón que producen excepciones dentro de la genialidad humana.
La exposición, abierta el 21 de noviembre, se extenderá hasta el mes de marzo de 2013, y los Comisarios la llevarán al Museo Reina Sofía de Madrid, después de París, con la perspectiva de continuar una trayectoria itinerante en Estados Unidos y Japón, donde probablemente concluirá este espectacular evento.